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Se volvió a dar en el Colón, después de más de medio siglo

 

“I PURITANI”, MÚSICA EN ESTADO DE GRACIA

 

 

Teatro Colón

Sábado 13 de septiembre de 2025

 

Escribe:Carlos Ernesto Ure

 

“I Puritani”, ópera seria en tres actos, con texto de Carlo Pepoli, y música de Vincenzo Bellini.

Con Jessica Pratt, Francesco Demuro, Germán Alcántara, Riccardo Fassi, Hernán Iturralde, María Luisa Merino Ronda y Gastón Oliveira Weckesser.

Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Maurizio Benini).

 

 

Se estrenó en Buenos Aires en 1850 (Rozas) en el Teatro Principal de la Victoria, y se repitió en años sucesivos, entre otras con Adelina Patti y Regina Pacini. Al Colón “I Puritani” llegó en 1911 (María Barrientos y Alessandro Bonci), y en el más de un largo siglo de recorrido de nuestra gran sala, sólo se volvió a ofrecer en 1921, 1961 (Gianni Raimondi, Leyla Gencer) y 1972 (Alfredo Kraus, Miguel Ángel Veltri). Ahora, y con encomiable criterio, las autoridades del recinto de la calle Libertad resolvieron concluir con el ostracismo de este trabajo decididamente encantador. E incluyeron al soberbio melodrama de Bellini en la temporada oficial, presentándolo el sábado en carácter de quinta función de gran abono, posibilitando así que sea conocido en forma directa por las generaciones actuales. Es verdad que por razones obviamente presupuestarias, la obra se ejecutó en versión de concierto (la ópera es teatro cantado). Pero ello no privó de mérito a la iniciativa, más aún si se piensa que desde el punto de vista musical, la ejecución alcanzó en líneas generales un nivel de muy alta calidad.

 

Dificultades

¿A qué se deben los larguísimos paréntesis descriptos, que se dan también en el plano internacional? Por cierto a las enormes exigencias y dificultades de orden vocal, que hacen que sean muy, pero muy pocos los cantantes belcantistas (un bajo, un barítono, una soprano de coloratura y un tenor de portentosos agudos) que estén en condiciones de abordarla. Lo que pasa es que Bellini escribió sus pentagramas para las voces teniendo en cuenta a los formidables artistas de que disponía para el estreno (París, 1835). Y así, la tesitura asignada al tenor Gianni Battista Rubini incluyó sobreagudos inalcanzables para cualquiera, lo que conspiró contra la difusión de esta partitura inspirada en una novela de Walter Scott, sin duda la mejor de las diez óperas compuesta por el ilustre siciliano.

 

Y cabe formular esta afirmación, porque si tomamos las tres más conocidas, “La Sonnanbula” cuenta con un argumento francamente pueril. Y en cuanto a “Norma”, se trata de una tragedia, género que no conjugaba con el carácter, la forma de ser y de sentir de Bellini, por lo que nunca pudo expresarla con la autenticidad y garra necesarias (basta examinar su grácil y bondadoso retrato para advertirlo). “I Puritani”, en cambio, es un melodrama con una trama de enredos, sin maldades y con final feliz, en el que la arrebatadora expansión melódica y sentimental del compositor catanés se despliega con suave belleza, deslizamientos melódicos elegíacos, de exquisita inspiración y refinamiento en el marco de un noble romanticismo. Más de un musicólogo ha hablado de “I Puritani” como una de las obras maestras indiscutibles de la ópera del siglo XIX, debido a su “canto puro e infinito”, su esplendorosa fiesta vocal, la autenticidad de los personajes, así como también la ausencia de números cerrados, la búsqueda de colores orquestales (aconsejada por Rossini), de atmósferas, de perfiles psicológicos, su elegancia discursiva y lo que no es menos importante, su intensidad intimista. “I Puritani”, culminación de su trayectoria creadora, significó además el alado canto del cisne de Bellini, quien falleció pocos meses después de la “première”, a los treinta y tres años, en circunstancias confusas.

 

Jessica Pratt

El cuadro de cantantes puso de relieve a una artista verdaderamente prodigiosa. Hacía tiempo que figuras de este calibre no pisaban el escenario del Colón. En efecto: la soprano lírica anglo australiana Jessica Pratt (46, Elvira), lució un metal propio de la perfección de un diamante, emitido de manera limpia y neta, sin el mínimo esfuerzo y con magnífico volumen (en los concertantes sobrepasó a todos, colegas, coro y orquesta a pleno). Su flexibilidad de manejo, casi milagrosa, le permitió trillos y mordentes, rápidas y pulcras escalas ascendentes y descendentes, al igual que veloces “gruppetti” en el marco de giros en legato, saltos interválicos de asombrosa homogeneidad y naturalidad. Esto además de emitir agudos y sobreagudos deslumbrantes (llegó al “mi” o al “fa” sin ningún problema), “apianar” o engrosar las notas con sutileza, todo en un contexto estilístico y expresivo realmente conmovedor (la tensa-melancólica aria “Qui la voce sua soave”). No saturó con infinidad de fiorituras de su cuenta, como hacían las divas de antaño. Elaboró el color de sus frases (algo propio de los grandes) y expuso por lo demás consumada musicalidad.

 

El otro elemento destacado de la velada fue nuestro compatriota misionero Germán Alcántara (Riccardo), radicado desde hace tiempo en Europa, cuya oscura voz baritonal se oyó asimismo potente, impetuosa y elocuente, si se quiere envolvente, de emisión fácil, bien modelada, con recias reverberaciones cromáticas (aparte de su comunicatividad escénica). La cavatina y consecuente cabaletta “Ah, per sempre io ti perdei” fueron un ejemplo de comunicatividad y carácter. A su lado Riccardo Fassi (Giorgio), uno de los bajos en ascenso de la nueva camada italiana, acreditó registro parejo, armado de apreciable forma, tal vez necesitado por momentos de mayor caudal y claroscuros, y rotundidad en las notas inferiores del pentagrama. El tenor sardo Francesco Demuro (47, Arturo), reemplazante de Dmitry Korchak, cumplió por su lado un cometido eficiente. Su voz, algo entubada, reflejó proyección cubierta y coloración lírica de timbre un tanto opaco. Pero en los temibles sobreagudos, encaró con cierta comodidad el “do sostenido” de “A te o cara”, los “re” de “Vieni fra queste braccia” y ¡oh sorpresa!, hasta el “fa” (!) de “Ella é tremante, ella é spirante”, sin duda con la técnica del “falsettone rinforzato” y sin cambio de registro.

 

Preparado por Miguel Martínez, el coro estable, de amplias intervenciones, volvió a cumplir una faena descollante en materia de unísonos, diafanidad global y perfecta maleabilidad y sincronización. Bien conocido de nuestro público, el maestro Maurizio Benini (73) desplegó por último desde el pupitre un trabajo de concertación de primera categoría. Atento siempre a la faena de los cantantes y al coro, condujo con tiempos de impecable justeza (alejados de la negativa velocidad expositiva propia de otros directores), pero además lo hizo con convicción y seguridad, desarrollando con agraciados diseños y matices la primorosa cantilena belliniana. En algunos momentos un tanto demasiado sonora, la orquesta del Colón, con excepción del traspié de algún corno, respondió con esbeltez y correcto ajuste.

 

Calificación: excelente

 

Carlos Ernesto Ure