Técnica impecable, expresividad sin exceso y un arte que combina rigor y emoción
ELĪNA GARANČA, MAESTRÍA VOCAL Y PROFUNDIDAD INTERPRETATIVA
Lunes 20 de octubre de 2025
Sala:Teatro Colón
Escribe: Martín Wullich
Fotos: Juanjo Bruzza
El ciclo Aura recibió a la extraordinaria mezzo Elīna Garanča en una noche simplemente sublime, donde la célebre artista reafirmó su lugar entre las grandes voces del presente. A través de un recital de impecable arquitectura musical —colmado de sensibilidad, fuerza expresiva y generosos bises— volvió a hechizar al público porteño, tal como lo había hecho en junio de 2019 en su debut en este mismo escenario.
En este esperado retorno, la diva había ofrecido dos días antes —el sábado 18— un recital exclusivo en el Salón Dorado, a beneficio de la Fundación Amigos del Teatro Colón. Aquella velada, de carácter íntimo, incluyó solo tres arias, casi como un appetizer antes de la cena que siguió. Sin embargo, ese preludio fue el anticipo perfecto de la plenitud alcanzada en la función del lunes, donde el “banquete” superó la veintena de obras y se extendió en bises que habrían continuado si la propia Garanča no hubiese puesto fin, sonriente, con su “y esta es la última”.
Acompañada magistralmente por el maestro Malcolm Martineau, abrió con cuatro exquisitas canciones de Brahms: Con cariño, El secreto, ¡Oh! Si supiera el camino de regreso y Del amor eterno. Desde el primer instante, su canto transmitió hondura y pureza, con una emisión impecable y un fraseo de absoluta musicalidad.
Continuó con D’amour, l’ardente flamme, de La condenación de Fausto de Berlioz, desplegando un lirismo ardiente, y alcanzó conmovedora intensidad con Io son l’umile ancella, de Adriana Lecouvreur de Cilea, en una versión de refinado dramatismo.
Confiando al público recuerdos de su niñez, encantó con piezas de los compositores letones Medins y Vitols, interpretadas con ternura y orgullo por sus raíces. Su voz, cristalina y poderosa, se proyectó con naturalidad impecable, sostenida por un dominio técnico admirable.
En Mon cœur s’ouvre à ta voix, de Sansón y Dalila de Saint-Saëns, el caudal expresivo creció hasta alcanzar un clímax de intensidad emocional: eran nuestros corazones, sin duda, los que se abrían a su voz.
Las canciones de Duparc fueron un derroche de sutileza, con pianissimi de ensueño que revelaron la maestría de una intérprete que respira junto a la música.
Luego, Voi lo sapete, o mamma, de Cavalleria Rusticana de Mascagni, surgió con emoción genuina, sin artificios, vivida desde el texto y la melodía.
Del mismo modo, los temas de Ruperto Chapí —Cuando está tan hondo, de El barquillero, y Las carceleras, de Las hijas del Zebedeo— brillaron por su gracia y temperamento. Y, en un giro de encanto, su versión de Art is calling for me, de The Enchantress de Victor Herbert, fue un despliegue de teatralidad, simpatía y virtuosismo vocal.
También es digno de mención el precioso trabajo de Martineau, que aportó refinamiento y profundidad en cada acompañamiento, y conmovió particularmente en su interpretación de Clair de lune, de la Suite Bergamasque de Debussy, plena de lirismo y emotiva entrega.
Rebosante de energía, generosidad y encanto personal, Garanča respondió a cada pedido del público con nuevas joyas: Carmen, O mio babbino caro de Puccini, y un Gardel para cerrar la noche con ese toque porteño que la une afectivamente a este Buenos Aires querido.
El público, de pie, le devolvió la felicidad que ella sembró desde el primer acorde. Voz, donaire y carisma excepcionales hicieron de esta velada una experiencia única, de esas que permanecen grabadas en la memoria y el corazón.
Martin Wullich



