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Madama Butterfly en el Teatro Colón

 

Deslucido cierre de la temporada

Teatro Colón

Miércoles 15 de noviembre de 2023

 

Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides

Fotos: Prensa Teatro Colón, Arnaldo Colombaroli

 

“Madama Butterfly”, tragedia japonesa en tres actos, con libro de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, y música de Giacomo Puccini. Con Anna Sohn, Riccardo Massi, Nozomi Kato, Alfonso Mujica, Sergio Spina, Sebastián Sorarrain, Sergio Wamba y Christian Peregrino. Iluminación de José Luis Fiorruccio, escenografía de Nicolás Boni, vestuario de Sofía Di Nunzio y “régie” de Livia Sabag. Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Jan Latham-Koenig).

 

Calificación: Regular                                     


Es sinceramente triste que nuestro Gran Teatro haya concluido su temporada sin pena ni gloria. Una deslucida puesta de Madama Butterfly que desde que se levantó el telón nos indujo a la tristeza y a un forzado clima, que preanunciaba el dramático final. Sin sorpresa, la tragedia japonesa estubo presente en la escenografía: una casucha en medio de un páramo - ¡qué nido de amor! - y sobre unas piedras a la izquierda del escenario, lució enhiesto un árbol seco más adecuado, para Esperando a Godot de Becket, que para contar las desventuras de la pobre japonesita Cio-Cio-San.

 

La iluminación y el vestuario siguieron los lineamientos de la régie y crearon un clima mortecino, apagado y sin vuelo. Una puesta atrapada en un realismo agobiante que buscó subrayar el juego de los opuestos: dos mundos, dos culturas que lejos están de complementarse. Las proyecciones totalmente innecesarias, hasta pretenciosas ¿incluir imágenes de un filme de Kurosawa? ¿A título de qué objetivo semiótico teatral?

 

Y para remarcar el derrumbe emocional de Butterfly incluir un alud que afea aún más su vivienda. ¿Para qué?

 

Más que distraerse en esos detalles la régisseur brasileña, debió preocuparse en no alejar a los cantantes del proscenio, olvidó quizás, que estos no usan micrófonos como algunos actores del teatro de prosa. No fue una noche feliz desde el punto de vista vocal. Ninguno de los cantantes -con roles protagónicos- mostró un timbre de voz potente. Sus voces no tuvieron la amplitud necesaria que se requiere para estar en el escenario del Teatro Colón.

 

Además debieron sortear, no solo las exigencias de la puesta desfavorable, además, el sonido rimbombante de la orquesta que planteó una competencia desgastante, casi imbatible.

 

Tanto Ana Sohn encarnando a Madama Batterfly como Nozomi Kato -Susuki- enriquecieron su actuación tal vez porque provienen de Oriente y conocen su mundo y saben transmitirlo con naturalidad, Sohn logró componer el personaje y supo reflejar su conflicto interior. Sergio Spina, nuestro compatriota, logró un Goro memorable, supo imprimirle un toque desagradable y rastrero, por momentos, repugnante. Tal vez la mejor actuación de la noche. Y Sergio Wamba mostró una segura presencia escénica y buena emisión de la voz en la tesitura de bajo encarnando al Comisario Imperial.

 

El tenor Riccardo Meassi no actuó, sobreactuó desde el primer acto, hizo de Pinkerton, creó un mero estereotipo: el yankee vanidoso y felón que no oculta su actitud arrogante y burlona de haber comprado como si fuese una muñeca a una chiquilina de quince años.

 

En síntesis, falto armonización entre la puesta, los cantantes y la orquesta. Es hora de pensar, me parece, en nuestros buenos artista, que sin duda cumplen en otros escenarios un papel honorable y, además, supongo, son más económicos que aquellos que se contratan con criterios tan disimiles. Quizás de esa manera podríamos tener en el escenario más óperas -que escasearon en la programación de este año- y contratar solamente algunas figuras rutilantes del mundo lírico.



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