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Orquesta Sinfónica Nacional


Dos grandes compositores argentinos en compañía de Prokofiev

 

 

Viernes 06 de octubre de 2023

Sala Auditorio Nacional del CCK 

 

Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides



Orquesta Sinfónica Nacional

Directora invitada: Ligia Amadio

Solista invitado: Hugo Schuler, pianista


Programa:


Parte I

- Ámbitos de Irma Urteaga

I. Moderato espressivo II. Allegretto grazioso III. Adagio espressivo


- Concierto para piano y orquesta de Juan José Castro

I. Allegro vivo II. Trágico III. Allegro vivo


 Parte II

- Sinfonía N° 3 en do menor, Op. 44 de Sergei Prokofiev

I.  Moderato II.Andante III.Allegro agitato IV Andante mosso. V. Allegro moderato

 Calificación: Muy bueno


Siempre es un motivo de alegría reencontrarnos con obras de compositores argentinos tan valiosos como los maestros Irma de Urteaga y Juan José Castro. Celebramos que la Orquesta Sinfónica Nacional sea la intérprete y la transmisora de nuestro legado musical.

 

Asimismo, nos pareció oportuna la interpretación Ámbitos, un homenaje a su autora que murió en febrero del año pasado a los noventa y dos años. Arteaga nació en San Nicolás, estudio en Paraná, Entre Ríos. Pianista y profesora en el Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo y en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.

 

Comenzó a componer en la década del sesenta, en sus años de formación. Recordamos algunos títulos significativos: Variaciones y toccata (1968), Sonata (1968), Cuarteto de Cuerdas (1969), Urteaga reconoció en la escritura de estas obras la influencia de Prokofiev y Bartók, y luego de Berg y Penderecki.

 

Sin embargo, con el correr del tiempo fue hallando un estilo más personal, esencialmente neorromántico, con uso ocasional de técnicas vanguardistas, como se escucha en Ámbitos (1970). Esta obra fue elegida por la Orquesta Sinfónica la estrenó Juan Carlos Zorzi con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, en 1974. Obra compuesta en 1970, mientras la autora realizaba sus estudios en el Conservatorio Nacional.

 

Su título se refiere a ámbitos psicológicos de la personalidad del hombre contemporáneo. El primero ("Moderato espressivo"), corresponde a un estado de contemplación, cuya serenidad se interrumpe por la turbulencia interior de su estado conflictual. El segundo ("Allegretto gracioso"), una burlesca, el hombre ríe, juega y se aturde. El tercero ("Adagio espressivo – Allegro"), estado introspectivo, simboliza al hombre de hoy, que se analiza y se hace las preguntas eternas de quién es, de dónde viene y adónde va. Como hombre inserto en un mundo caótico, se desespera ante la impotencia de sus respuestas.

 

La directora Ligia Amadio logró una excelente interpretación de la orquesta con lucimiento de las maderas, cuerdas, los instrumentos de viento y la impactante percusión. Amadio supo conjugar la energía, el dramatismo y el desfallecimiento de la obra y logró transmitir la motivación de la autora que recurrió a un lenguaje atonal libre, la directora puso énfasis melódico en el primero y en el último movimiento y destacó en el Allegretto gracioso, ritmo, dinámica y timbre.

 

Los compositores argentinos Juan José Castro, Alberto Ginastera y Carlos López Buchardo integraron a principios del siglo XX, el movimiento neoclasicista que sin olvidar las formas y técnicas ampliaban su horizonte incorporando elementos inspirados en la música del siglo XX, un gran referente de este grupo fue Igor Stravinsky.

 

En la obra del maestro Juan José Castro encontramos elementos tomados del folklore y del tango. Si bien su marcado eclecticismo no le impidió tomar como fuentes a música la hispánica y criolla sin caer por ello en un nacionalismo musical superfluo que despreciaba. En su catálogo hallamos obras como el Concierto para piano y Orquesta alejado de las tradiciones mencionadas.

 

“No se debe temer al europeísmo -declaraba en una entrevista- y hay que aprender el oficio a fondo. No llamemos intuición a la ignorancia, ni creamos que el arte es una cosa cómoda y divertida. Las composiciones más laboriosas y trabajadas la firma un tal Juan Sebastián Bach”.

 

Estimamos que en esa falta de temor al europeísmo podemos encuadrar a este concierto concebido en 1941 en la plena madurez creadora del maestro hicieron de esta composición una de las obras más importantes de su clase. Ligia Amadio conoce muy bien la obra y logró un trabajo excepcional. En 2003 la dirigió junto la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Cuyo. En esta ocasión logró imprimirle las notas características de la obra: brillo y virtuosimo.

 

Hugo Schuler en su rol de solista brindó un aporte excepcional logró una interpretación equilibrada sobre todo en los momentos dialógicos con la Orquesta. Supo aprovechar los momentos para lucirse sobre todo en la cadencia del final del primer movimiento. En el segundo movimiento trágico arrancó con tristeza luciendo el ostinato lentísimo que le dotó al movimiento de resonancias sombrías. Y a partir de allí los vientos y las cuerdas lograron un momento de explosión sinfónica, que Amaro dirigió con batuta precisa. Schuler acompañó el último movimiento con resonancias de una tocata, con sentimiento y calidad técnica con la misma sencilla elegancia interpretativa de la que hizo gala durante esta compleja obra. Gran final del pianista y de la orquesta.

 

La Sinfonía en do menor de 1928 se sostiene lo suficientemente bien por sí sola como para que cualquier conocimiento del tema de la ópera sobre la posesión demoníaca siga siendo extra musical. Después del experimento radical del Op. 40 Segunda Sinfonía , el regreso de Prokofiev a la forma sonata –a pesar del choque de armonías entre el repique de campanas– debe haber parecido una reacción conservadora. Pero Ligia Amadio acentuó las convulsiones a menudo amargas de la obra, especialmente cuando los ejercicios de contrapunto de Prokofiev asumen un carácter militante. El siguiente Andante , sin embargo, mantiene su carácter lírico, habiendo sido reelaborado el material musical del Acto V y el episodio de Fausto de El ángel de fuego . El trabajo de cuerdas resultó particularmente inquietante.

 

Más virtuosismo en las cuerdas marca el tercer movimiento Allegro agitato – Allegretto , que sirve como scherzo y trío, habiendo Prokofiev dividido las cuerdas en trece partes y añadiendo metales y tambores. La energía cruel y eléctrica del movimiento grotesco puede tener deudas -según algunos teóricos- con Mussorgsky, El final de esta sinfonía – Andante mosso – Allegro moderato – ha sido descrito como “sombrío” e implacablemente trágico. La música proyecta una profunda angustia personal que la directora supo insistimos transmitir con serenidad y fuerza a la audiencia que colmó el Auditorio y disfrutó de un programa riguroso.


 

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