Menu principal

 

 

Festival Rachmaninov, Concierto 3

 

Teatro Coliseo

Sábado 30 de septiembre de 2023

 

Escribe: Eduardo Balestena

 

 


Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

Director: Srba Dinic

Solista: Nelson Goerner

 


Con el último concierto del Festival Rachmaninov, correspondiente al programa del Teatro Colón, concluyó el ciclo dedicado al genial compositor, ruso.


El programa dio comienzo con las Danzas Sinfónicas opus 45, que, escritas en 1940, son la última obra sinfónica de Rachmaninov.

 

“Un refrito de viejos trucos”, señaló una crítica refiriéndose a la obra en ocasión de su estreno; juicio que lo único que testimonia es la excesiva importancia dada a los lenguajes de vanguardia, privilegiados por encima de la música en sí misma, la ceguera ante ciertos aspectos de su escritura y ante el brillo de una obra de evidente virtuosismo orquestal. Acerca de ello, el compositor declaró “En mis composiciones, no he hecho ningún esfuerzo consciente por ser original, o romántico, o nacionalista, o cualquier otra cosa. Escribo sobre el papel la música que oigo dentro de mí, con la mayor naturalidad posible. Soy un compositor ruso, y la tierra donde nací ha influido en mi temperamento y mi forma de ver las cosas. Mi música es el producto de mi temperamento, y así es la música rusa.... Tchaikovsky y Rimsky…Lo que intento al escribir mi música es que diga de forma sencilla y directa lo que hay en mi corazón cuando compongo. Si ahí hay amor, o amargura, o tristeza, o religión, esos estados de ánimo pasan a formar parte de mi música, y ésta se vuelve bella o amarga o triste o religiosa". Tales son las manifestaciones de un compositor sincero que siguió su propia auténtica y profunda voz.

 

Los bocetos de la obra se remontan al esbozo del ballet Los Escitas, 1915 y sus ideas fueron retomadas muchos años más tarde. A despecho de sus críticos, trabajó sobre aspectos del lenguaje contemporáneo, como el elemento rítmico, tan frecuente en Prokoviev y Stravinsky , bajo la égida de su propia inspiración melódica.

 

La versión obtenida por el maestro Dinic y la Orquesta Filarmónica permitió apreciar en todos sus aspectos a esta gran obra, de ritmos, dinámicas y timbres que conforman un desarrollo donde aparecen claramente las dos gran vertientes de la música de Rachmaninov: el intelectualismo y la inspiración. Intelectualismo por el rigor de su arquitectura y por las ideas que marcan la composición. Inspiración por la belleza de los motivos, el colorido tímbrico y el manejo rítmico que plantea una expectativa por un desarrollo marcado siempre por algo inesperado (tanto en la sucesión de los motivos como en su belleza y concisión).

 

Va de suyo que estas características se traducen en una necesidad de marcación muy clara. En efecto, tanto el color orquestal (la frase de un instrumento que continúa otro) como la sucesión de intervenciones, constituyen piezas que van calzando en un mecanismo donde la fluidez del fraseo es esencial. Es de gran compromiso para los intérpretes: por citar un lugar, en el último movimiento mientras las trompetas citan el Dies Irae las cuerdas interpretan un pasaje cruzado con ese otro elemento.

 

Los motivos rusos, las citas –literales o transformadas- del Dies Irae, el desarrollo de la obra sobre un motivo central en sí mismo breve y sencillo, son las características no solo de esta obra sino de mucha de la música del genial compositor.

 

Destacaron especialmente María Noel Luzardo (saxo alto); Matías Tchicourel (clarinete), Sebastián Tozzola (clarinete bajo), Nestor Garrote (oboe), Michelle Wong (corno inglés), Claudio Barile (flauta), Fernando Ciancio (trompeta), Fernando Chiappero (corno).



El Concierto para piano y orquesta nro. 3, en re menor, opus 30 fue interpretado en la segunda parte.

 

Concebido como carta de presentación para su gira por los Estados Unidos, Rachmaninov lo escribió en Ivanovka, la residencia veraniega de la familia, en 1909.

 

Se trata una de las obras más extensas, virtuosas y técnicamente difíciles para piano y orquesta.

Se encuentra estructurado a partir del sencillo primer motivo que, luego de la breve introducción de la orquesta, expone el piano, casi inmediatamente, la orquesta retoma el tema inicial del piano mientras que éste lo varía bajo la forma de extensas figuraciones. A partir de allí comienza la permanente variación motívica del material, que se expande hacia otros motivos derivados hasta la aparición del segundo tema.

 

El extenso movimiento está concebido como una forma sonata ampliada en la cual el tema inicial es vuelto a exponer varias veces, incluso luego de la gran cadencia del instrumento solista.

 

Hay básicamente dos maneras de interpretarlo: rallentando y fraseando los motivos, buscando el lirismo de las concisas melodías o afrontándolo enérgicamente, entendiendo que se trata de una obra rápida, intensa y virtuosa cuya característica es la rapidez de todos los pasajes. Este fue el modo de abordarlo de Nelson Goerner: pedales prolongados, extensiones amplias, fuerza, claridad, intensidad, con un dominio absoluto sobre una obra de tales requerimientos.

 

El intermezzo-adagio, es un tema con variaciones concebido en una forma ABACA y no es para nada un movimiento lento. Rachmaninov utiliza aquí técnicas que llevaría a la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934): el tema expuesto en forma más rápida y compacta, con el agregado de notas; el desarrollo de episodios tomando un intervalo de una parte; la aparición de notas que subrayan partes del tema y omiten otras y el enriquecimiento por la orquesta, que lo toma y expande, también de diversas maneras, todo ello a lo largo de un extenso y cambiante desarrollo que conduce y se resuelve, casi sin solución de continuidad.

 

En el Finale: alla breve, de gran fuerza, es una forma sonata modificada que recapitula sobre el tema del primer movimiento y utiliza, para marcar sus distintas secciones, un estribillo que aparece dos veces y que contrasta con el testo del material.

 

En el comentario de la versión que hizo Sergio Tiempo hice una consideración enteramente aplicable ahora, señalando que “Es una exposición de la mayor intensidad en el instrumento solista y también en la orquesta, que cuando el piano intensifica la exposición del tema inicial y lo transforma, va virtualmente cruzada con dicho instrumento. Todos los recursos son explotados en sus mayores posibilidades: la transformación motívica, la aparición de desarrollos a partir de fragmentos, la fuerza arrolladora del conjunto y la cohesión, dada en gran medida por el uso de los intervalos del tema, una cohesión que nunca se pierde pese a la diversidad de medios utilizada”.

 

El diálogo de la orquesta con el instrumento solista es permanentemente estrecho, dado en pasajes siempre rápidos, lo cual es indicador del grado de dificultad de la obra en ambas instancias: el conjunto orquestal y el instrumento solista. Un ejemplo es el accelerando de la orquesta hacia el final en un pasaje que combita la gran rapidez como la precisa intervención de todas las voces instrumentales.

Fue un digno broche de oro para un festival absolutamente logrado en el cual Nelson Goerner demostró que es un pianista virtuoso en quien la técnica no prevalece sobre lo estético y lo hizo con la integral de la obra concertística de uno de los mayores compositores de la música.

 

Sergei Rachmaninov nació en Novgorod el 20 de marzo de 1873 y murió en Los Ángeles el 20 de marzo de 1943. Vivió gran parte de su vida en un exilio que lo marcó profundamente a él y a su música y le dio el tono de fuerza y nostalgia que caracterizó su propia vida.

 

A ciento cincuenta años de su nacimiento y ochenta de su muerte, gracias a intérpretes como los que animaron este festival, celebramos su vida y su legado musical.



Eduardo Balestena

 

Goerner4