En el ciclo del Mozarteum, con la Sinfónica de Lucerna
STEVEN ISSERLIS, MAGNÍFICO CELLISTA
El lunes 28, en el teatro Colón
Lunes 28 de agosto de 2023
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Schumann: Concierto para cello y orquesta, en la menor, opus 129
Beethoven: Obertura de Egmont, opus 84 N° 1, y Sinfonía N° 5, en do menor, opus 67.
Steven Isserlis, violonchelo y Orquesta Sinfónica de Lucerna (Michael Sanderling).
Es altamente ponderable el esfuerzo del Mozarteum, que en estos tiempos de impredecible y peligrosa volatilidad cambiaria, se animó a traer un gran conjunto europeo, con todo lo que ello significa económicamente (transporte, alojamiento, comidas, traslados, viáticos, seguros de instrumentos, “cachets”). El lunes, en la quinta sesión de su temporada y ante un auditorio absolutamente colmado, se presentó en el Colón la Orquesta Sinfónica de Lucerna, y la velada exhibió por cierto neta disparidad, porque en la primera parte el solista lució altísimo nivel, al tiempo que en la restante, a cargo exclusivamente de la agrupación suiza, ésta cumplió sólo una labor de mediana categoría.
El concierto de Schumann
La función se abrió con la Obertura de “Egmont”, pieza de música incidental que Beethoven escribió sobre la obra de Goethe, en cuya ejecución el maestro berlinés Michael Sanderling mostró control, ademanes enérgicos y lenguaje vigoroso, y la orquesta insinuó, entre otras características, una sonoridad global de señala densidad.
Todo cambió, sin embargo, con la aparición de Steven Isserlis: ya desde el primer tañido se pudo apreciar que se estaba ante un músico de superior categoría. El cellista británico, verdadero prodigio en el trato de su instrumento, abordó el romántico y conocido Concierto en la menor, de Schumann, y lo hizo con un marco envolvente, de tocante sugestión, en el que alternaron exquisita dinámica, cadencias y un fraseo de acabado refinamiento y un vibrante cantabile.
A ello cabe añadir la excepcional limpieza de los pasajes de mayor velocidad, el alma rotunda de las dobles cuerdas y los graves, la encantadora melancolía reflexiva de los trozos de reconcentrada intimidad. “Pianíssimos” y “pianos” de imponderable sutileza, penetrantes variaciones, juegos refinados de “rallentandi” y “diminuendi” se sumaron a la seguridad y agilidad técnica de nuestro visitante, aparte del desgranamiento casi nota por nota de su discurso, sus infalibles ataques y musicalidad. En definitiva: Isserlis transformó el lenguaje de su violonchelo de 1726, salido del taller de Antonio Stradivari, en el armonioso canto de un ruiseñor (la Sarabande de la Tercera Suite, de Bach, agregada como bis, marcó un momento casi mágico por su etérea dulzura).
La Quinta de Beethoven
Dentro del enorme panorama internacional de todas las épocas, no pareció para nada afortunada la idea de elegir a la archiconocida y tan frecuentada Quinta Sinfonía, de Beethoven, para la segunda sección del programa.
Porque además de tratarse de una obra súper trillada, su exposición puso al descubierto las debilidades de la agrupación y de su director. La versión, desde luego prescindible, mostró flaquezas de articulación, algunos acordes latos, desinflados, “tutti” excesivamente abigarrados (con peso audible de timbales y contrabajos), excesiva cuadratura y opacidad cromática. En cuanto al maestro, sin perjuicio de su gesto claro, la reiteración casi continua de contrastes exagerados (desde el “forte” al “piano”, todos los imaginables), y si se quiere mecánicos claroscuros, despojó de unidad conceptual y musical a la palabra del genio de Bonn.
Calificación: muy bueno
Carlos Ernesto Ure