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Fausto o cuando las voces se perdieron en medio de una puesta desconcertante

Teatro Colón.

Sábado 18 de marzo de 2023

 

Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides

Fotos: Arnoldo Colombaroli / Prensa Teatro Colón

 

 

Fausto”, de Charles Gounod

Libreto: Jules Barbier y Michel Carré

Elenco: Gastón Oliveira Weckesser, Christian Peregrino, Marina Silva, Felipe Carelli, Sebastián Angulegui, Juan Font, Daniela Prado y Alejandra Malvino

Coro Estable del Teatro Colón

Orquesta Estable del Teatro Colón

Director del Coro: Miguel Fabián Martínez

Règie, escenografía,vestuario, iluminación y coreografía: Stefano Poda

Director de Orquesta: Jan Latham-Koenig.



La apertura de la Temporada Lírica sumó nuevos interrogantes a los que nos suscitó el concierto celebrado en el Predio Ferial de Palermo. La dirección artística del Teatro Colón apostó, inexplicablemente, al snobismo del multifacético Stefano Poda, que nos atosigó, una vez más, con sus ocurrencias arbitrarias.

 

El año pasado se atrevió a deconstruir a Nabucco de la peor manera y este año hizo exactamente lo mismo con Fausto. Poda hizo una reescritura escénica carente de estilo y de sentido, atemporal, alejada totalmente de la idea concebida por Gounod, -como lo recuerda Marra de la Fuente en el programa de mano-, esa versión se ofreció en dieciséis temporadas desde 1914 a 1998.

 

Si bien su estreno se llevó a cabo en un teatro periférico. En 1869 Gounod apostó a la Grand Opera que incluye un número de ballet. Poda desde el primer acto demostró que piensa solamente en él y en su supuesta creatividad genial, que los pobres humanos debemos comprender leyendo sus prospectos, dejando a merced de una escenografía abierta las voces de los protagonistas, en momentos claves de la ópera, sin fuerza trabando una dura lucha con la potencia de la orquesta.

 

En el escenario iluminado con luces blancas como en Nabucco, el protagonista fue un anillo gigante que como una Floralis Genérica se abrió y se cerró a lo largo de toda la función. Debajo del peligroso anillo estaba el estudio de Fausto -semejante a una antigua librería de viejos- varias pilas de libros amontonados en el piso. En ese ámbito hizo su pacto con Mefistófeles para conseguir amor juventud y fe. Mientras celebraban su negocio, una fantasmal mujer vestida de blanco daba vueltas como si estuviera perdida.

 

En el segundo acto la kermesse, por ejemplo, fue reemplazada por un desfile de modas donde los integrantes del coro y los figurantes uniformados con trajes escarlatas todos con anteojos para sol y las mujeres ataviadas con capelinas negras, se movían con desfachatez ante la mirada escrutadora de Mefistófeles. El acto concluyó con el famoso vals, convertido en una triste parodia coreográfica, con movimientos esperpénticos y la estética general de un mal comic y hasta, diríamos de mal gusto, como la mujer desnuda que camina silenciosa en el Cuarto Acto ataviada con una cruz que casi rozaba su pubis. Un detalle chocante y a esta altura poco original, como la cruz invertida presidiendo el escenario o los bailarines semi desnudos con los cuerpos pintados de negro cumpliendo con una pobre coreografía también pergeñada por el regisseur.

 

La puesta de Poda logró despojar de emoción al drama romántico. El vibrante Coro de los soldados del Cuarto Acto (Gloire imnmortelle de nos aieux) careció de las resonancias que impactaron al público desde el estreno. Sin embargo, el elenco -segundo como les place llamarlo- hizo honor a la partitura de Gounod en medio de esta puesta inconveniente. Se destacaron sin dudar Christian Peregrino quien construyó un muy buen Fausto logró brillar como actor y cantante. Un bajo con una voz potente, rico timbre que sin dificultades pudimos disfruta. Y Marina Silva que interpretó una Margarita convincente desde lo vocal interpretando con los matices adecuados y trasmitiendo inocencia en la Balada del Rey Thule , madurez en la Canción de la rueca y profundo sentido religioso en Anger purs, anges radieux. Silva posee un timbre de voz brillante y sabe manejar coloridos matices. La actuación fue un tanto deslucida no por falta de recursos actorales, que los tiene, y los ha demostrado en otras oportunidades, sino que achacamos la responsabilidad al director de escena que despojó de todo viso de romanticismo a su puesta. Daniela Prado y Alejandra Malvino junto con el Coro Estable cumplieron con profesionalidad sus roles vocales demostrando solvencia, capacidad y especial adaptación a las circunstancias.

 

Gastón Oliveira Weckesser, fue victima directa de la puesta, buen tenor lírico ideal para cantar a Fausto pero insistimos en otras condiciones escénicas. Poda lo abandonó, lo dejó librado a su suerte y Oliveira trato de hacer su trabajo de la mejor manera, por ejemplo, en la famosa cavatina del tercer acto ¡Salut Demeure chaste et pure!” su timbre de voz bello y su técnica se perdieron como las voces del resto del elenco en el foso de la Orquesta Estable que por momentos se excedió en la potencia. En fin, fuimos a ver a Fausto de Gounod y cuando salimos nos pareció que no habíamos equivocamos de teatro.


 

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