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Nelson Goerner: precisión y belleza

Teatro Colón

Lunes 5 de septiembre de 2022

 

Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides

 

 

Nelson Goerner, piano

 

Frédéric Chopin

Balada N.1 en Sol menor, Op. 23

Balada N.2 en Fa mayor, Op.38

Balada N.3 en La bemol mayor, Op. 47

Balada N.4 en Fa menor, Op. 52

 

Claude Debussy

Estampes

- Pagodes

- La soirée dans Grenade

- Jardins sous la pluie

 

Issac Albéniz

Iberia, Cuaderno IV

- Málaga

- Jerez

- Eritaña

 

CALIFICACIÓN: Excelente

 

Nelson Goerner puso de relieve, una vez más, su calidad interpretativa. Sencillo y convincente, el pianista dueño de una aparente paz interior, enfrentó con calma y seguridad los desafíos musicales del programa complejo que ofreció en el Teatro Colón.

 

En la primera parte, dio un toque reflexivo y poético a las cuatro Baladas de Frédéric Chopin, interpretadas con determinación, fluidez en el fraseo-delicadísimo- y cambios de ritmo sutiles ejecutados cuidadosamente. Cada Balada es una mini sinfonía; las florituras rapsódicas en la Balada no. 1 en sol menor, donde se destacó esa combinación apasionante de poderío, sobre todo en las octavas del final; la ferocidad ecuánime, suave y estruendosa de Balada no. 2 en fa mayor, ejecutada con fineza y precisión, sentimiento y ternura, el poder y el carácter que imprimió a cada variación en la Balada no. 4 fueron solo algunos de los aspectos destacados de una memorable versión creativa donde se combinaron los matices dinámicos y agógicos.

 

En Estampes de Claude Debussy se aúnan un gamelán javanés, una habanera española y canciones infantiles francesas. Goerner resolvió con precisión técnica y delicadeza las dificultades que presenta una partitura difícil, caracterizada por los contrastes, los cambios rápidos, el paso de matices suaves a fuertes y un fraseo fragmentario alejado del puramente clásico. En Pagode nos descubrió los matices de sombra -tal como lo expresaba Debussy en una carta a su amigo Pierre Loüys- que esconde la música oriental algunos de los cuales ni siquiera tienen nombre. La música fluyó sin esfuerzo interpretada con una bellisima serenidad. Para crear la impresión única de Pagodas , Debussy, marcó la pieza a tocar como presque sans matiz y Goerner agregó a esta indicación pensamiento y vuelo.

 

En La soirée dans Grenade , Debussy evoca a España utilizando el persuasivo ritmo de la danza Habanera que Goerner interpretó sutilmente y recreó en el lenguaje musical del autor francés, una representación vívida e impresionante de Granada, a su alrededor circuló un arabesco morisco lánguido, con segundas nasales aumentadas y un semitono persistente, ocasionalmente interrumpido por semicorcheas murmurantes y un pasaje basado en tonos enteros.

 

La tercera y última Estampe, Jardins sous la pluie, Debussy incorpora dos melodías populares francesas: la canción de cuna Do, do, l'enfant do y Nous n'irons plus au bois. La lluvia tamborilea sin descanso, el viento aúlla cromáticamente, un arrullo misterioso y las melodías populares ofrecen momentos de respiro. Se advierte la influencia de Bach y de los clavencinistas franceses, por ejemplo el estilo de Toccata y el uso del contrapunto que Goerner interpretó con un despliegue de matices de indudable encanto.

 

El pianista y compositor Enrique Franco definió a la 'Iberia' de Isaac Albéniz como "el gran poema de la música española". Y en su momento Claude Debussy, aunque autor de una obra homónima, elogió el virtuosismo de su contemporáneo: "Sin retomar exactamente los temas populares, [Albéniz] ha bebido en ellos, los ha escuchado hasta escanciarlos y verterlos en su música". Para el final Goerner ofreció una mirada nueva y personal del cuaderno final, uno de los más difíciles de la famosa obra de Albeniz.

 

Gran parte de la grandeza de esta obra reside en su riqueza, acumulación de ideas, recursos y materiales musicales. Es un universo, cada una de las piezas posee características propias sin perder la coherencia estilística.

 

En Málaga, se reconoce un lenguaje modal, frigio y concluye con una cadencia perfecta. La utilización de distintos tetracordos es abundante, fusión de timbres y superposiciones de notas y ritmos. En Jerez, el lenguaje reposado y lírico. Goerner se lució transmitiendo una variedad de diseños diferentes que se sucedieron a lo largo de toda la pieza y la convierten en un verdadero reto para la concentración y la memoria. Y en Eritaña concluye lejos de la languidez y la nostalgia y se eleva brillante, enégica, saltarina y jovial.

 

Las tres piezas elegidas por Goerner resultan para un pianista, extremadamente complejas en cuanto a su estudio y con escollos importantes que afrontar. Y los superó con galanura. “Yo, ya lo ve usted, no soy pintor y pinto -escribió Albéniz-pero mis pinceles son las teclas”. Nelson Goerner, como el maestro español, pinto y lo hizo estupendamente con precisión y belleza.

 

Con enorme generosidad regaló a la audiencia tres bises: el segundo Intermezzo Op. 118 de Brahms, el Estudio Op. 10 nº4 de Chopin y la Rapsodia Húngara nº6 de Liszt. A un público que en una porción asombrosamente mayoría no estuvo a la altura del enorme intérprete. Hasta hace no mucho tiempo asistir a los conciertos del Mozarteum Argentino era una garantía de rencontrarse con un público musicalmente educado, ¿no se que está ocurriendo?, aplausos a destiempo, toses, golpes de banquetas, que conspiraran contra la excelencia y el buen gusto de quienes vienen organizando estos gratísimos momentos musicales desde hace setenta años