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En el Colón, en el Ciclo de Grandes Intérpretes Internacionales

 

ROBERTO ALAGNA, UN RECITAL DESPAREJO

 

Teatro Colón

Martes 14 de junio de 2022

 

Escribe: Carlos ernesto Ure

 

Arias de “Le Roi d’Ys”, de Lalo, “Les Abencérages”, de Cherubini, “La Juive”, de Halévy, “Macbeth”, de Verdi e “I Pagliacci”, de Leoncavavallo, canciones de Drigo, Di Chiara, Falvo, De Curtis, Cioffi, Tagliaferri y Di Capua, y Nocturno opus 2 N° 2, Fantasía Impromptu y Vals opus 64 N° 1, de Chopin.

 

Roberto Alagna, tenor

Irina Dichkovskaia, piano. 

 

Otra vez en un recital, Roberto Alagna volvió a presentarse el martes en el Colón, donde había estado en 2012 con Angela Gheorghiu, su conflictiva esposa de entonces. La “reprise” no fue buena. Porque con cincuenta y nueve años recién cumplidos y una carrera extenuante y ampliamente abarcativa en materia de repertorio, todo su mecanismo de canto se oyó notoriamente desgastado, lo que lo llevó a la utilización de permanentes “truccature” para poder salir airoso del programa que –curiosamente- él mismo eligió.

 

Emisión desigual

Cabe apuntar de manera primaria que el afamado tenor francés, desenvuelto, pleno de simpatía, basó su labor casi esencialmente en la permanente potenciación de redondos agudos y un pasaje alto en “forte” y “mezzo forte” de estimable caudal y entereza. Pero esta suerte de golpes semi-abruptos quebraron como es de imaginar cualquier línea estilística o el armado de un fraseo modelado de manera completa. Porque paralelamente con esta modalidad de canto, recurrente de las notas que conserva con mayor plenitud, la emisión de nuestro visitante, sin carecer de fluidez, se oyó fundamentalmente velada y muy “faible” en el centro y exhibió toda suerte de irregularidades sucesivas o intercaladas: vibrato en los graves, imperfecciones en la transición de uno a otro sector, trémolos no escritos en giros descendentes, así como también notas notoriamente abiertas o cerradas, opacidad de esmalte, destimbramientos parciales, coberturas lindantes con el entubamiento para tratar de controlar el sonido, entre varias otras cosas.

 

Programa heterogéneo

La primera parte de la jornada se inició con tres fragmentos pertenecientes a la lírica francesa, cuya traducción dio la pauta de lo que iba a seguir (el agudo en “la” natural de “Vainement, ma bien-aimée”, de “Le Roi d’Ys”, de Lalo, es en pianísimo, y fue vertido en cambio de manera estentórea). Ya en italiano, la delicadísima Serenata de Arlequín, de “I Pagliacci”, un verdadera pequeña joya, adquirió nada menos que contornos dramáticos veristas, al tiempo que el Prólogo, apropiación de un fragmento baritonal, no pasó los límites de una desconcertante parodia. Sólo en la “cabaletta” de “Macbeth” (“Ah, la paterna mano”) Alagna acreditó “squillo” y heroica (en este caso, apropiada) vibración verdiana.

 

La segunda sección incluyó la hermosa Serenata Francesa, también de Leoncavallo (adecuadamente fraseada), el “Notturno d’amore”, del ballet “Los millones de Arlequín”, de Drigo, y una serie de canzonetas napolitanas (entremezcladas con Chopin), en cuya versión el artista parisién pareció carecer de las particulares inflexiones expresivas, los claroscuros del decir y el entramado propios de este género. Sólo “Io te vurria vasà”, de Di Capua, desplegada sin salir de voces medias atinadamente enlazadas y con primorosos “appianamientos” lució un nivel de real atractivo.

 

Los bises no contribuyeron por cierto a enderezar la velada.

 

De toque claro y pulcro, la pianista rusa Irina Dichkovskaia, residente en la ciudad bonaerense de Escobar, sorprendió por su dinámica confusa en las dos últimas piezas de Chopin que abordó, y por supuesto, mostró lógicas dificultades en su identificación con el alma tan distinta de las páginas que debió encarar.

 

Calificación: regular

 

Carlos Ernesto Ure

 

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