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Evocación del primitivo Teatro Colón
 

Especial para La Prensa

Miércoles 22 de abril de 2020)

 

Escribe: Néstor Echevarría


El primitivo Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, que forma parte ineludible de la tradición lirica de la ciudad, merecía sin duda una rehabilitación bibliográfica. Y decimos esto porque se trató de la verdadera simiente de nuestra gran tradición operística de la ciudad, que ya para entonces había aquilatado méritos desde el viejo Coliseo provisional.


En esa modesta sala se representó la primera ópera completa  por vía del empresario y cantante Mariano Pablo Rosquellas, con la compañía del maestro Santiago Massoni ,y otros colegas músicos y cantantes liricos, llevando a escena “El barbero de Sevilla” de Gioacchino Rossini como estreno sudamericano en 1825.


Este fue el punto de partida, el primer contacto con una ópera integral. Luego se repitió la experiencia en años subsiguientes con la misma compañía y a brochazos parciales se fue llegando al año 1838 cuando se inaugura el llamado teatro de la Victoria  , donde ingresaron  buena parte de los títulos populares  del romanticismo ochocentista en el arte lirico italiano.


Ahora bien, llegados ala mitad del siglo diecinueve, y en un crecimiento paralelo de las ciudades capitales del cono sur, cada una afrontó la construcción de su gran teatro de ópera, a la manera de los europeos, y mas particularmente de los italianos, y al par de Montevideo y Santiago (Chile) se fue gestando la “ fabrica”-como se decía entonces- del viejo Colón porteño.


Esa historia que generó el primitivo Colón desde 1857, cuando abrió solemnemente con “La traviata” verdiana, en un esfuerzo empresarial grande para nuestro medio, hace que surja una nueva historia, que duró tres decenios,  que nunca se escribió generosamente extendida, dada la falta de información exhaustiva, de documentación incompleta.
Y justamente acaba de publicarse en dos tomos bajo el titulo de ”El teatro de la Gran Aldea : Antiguo Teatro Colon ,Historia y Cronología” por parte de César A. Dillon,  edición de Sinopsis, con una extensión de masde ochocientas páginas, divididas en dos tomos. Recuperando esa historia y sobre todo la cronología de funciones de las treinta y una temporadas que cumplió en nuestro acervo lirico entre 1857 (el año inaugural) y el cierre definitivo por venta del inmueble al Banco de la Nación, en 1888.


Esa recopilación de valiosos datos surge gracias  a la colección que fue teniendo en vida Dillon, abogado, ferviente entusiasta de la lirica, un investigador de las  cronología para los hechos operísticos. que habiendo hecho en colaboración con Juan Andrés Sala la cronología del teatro Coliseo y del viejo Marconi de nuestra ciudad siguió su camino tras el fallecimiento de Sala .


De hecho Dillon siguió compilando y trabajando sobre el material reunido y también antes de su fallecimiento inesperado en 2013  dejó un anticipado testamento  con el encargo a sus familiares de finalizar la obra emprendida.  En ella  trabajaron dos especialistas del  Instituto de Musicología “Carlos Vega”, que fueron  armando en dos tomos, el primero a cargo de Juan María Veniard (abarcando desde los orígenes hasta 1872) y el segundo de Héctor Luis Goyena, desde la referida fecha hasta el cierre definitivo. Estadísticamente, fueron las quince primeras temporadas en  el tomo 1 y las siguientes dieciséis en el tomo 2. De hecho se reorganizó el material y selogró entonces un aporte valioso a nuestra antología teatral en una edición cuidada y ordenada.


De esta manera puede verificarse con abundancia de datos lo realizado por el primer teatro que llevó el nombre de Cristóbal Colón, bautizado generalmente en las referencias históricas y estadísticas como el viejo o primitivo Colón , como decíamos al comienzo.


Y haciendo un examen analítico de esa labor cumplida en Buenos Aires,no deja de asombrar la cantidad y jerarquía de funciones, los protagonistas de las mismas, muchos prestigiosos   del movimiento operístico. Para tomar un ejemplo, su primera función hizo conmoción  el sábado 25 de abril de 1857 con “La traviata” de Giuseppe Verdi, función armada por la compañía del empresario Achille Lorini  y encabezada por el tenor Enrico Tamberlick, celebrado cantante que gozaba de la estima del propioVerdi, y la soprano Sofia Vera-Lorini en los roles principales.


El público admiraba entonces el nuevo teatro, que había proyectado el ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, padre del ulterior presidente argentino, y cuya gran novedad tecnológica fue sin duda el techo metálicotraído desde Liverpool, Inglaterra, para una sala de herradura “alla italiana” que engalanaba la entonces creciente Gran Aldea.


Solo un  vistazo a esa primera temporada da cuenta “per se” del enorme esfuerzo emprendido,  porque el gran invitado, Tamberlick, cantó además  “Iltrovatore” , “Rigoletto” y “Ernani”, todas de Verdi, “La cenerentola” y “El barbero de Sevilla” de Rossini y la ya olvidada ópera “Ilgiuramento” de Saverio Mercadante. Fueron en total catorce títulos ese año, para solaz de aquellas generaciones. A todo lo cual hubo de sumarse una compañía de zarzuela española y otra francesa  de ballet.


Al año siguiente, después del enorme esfuerzo inaugural, le sucedió  una temporada con mayor pobreza, pero pronto volverían los logros, los ídolos del bel canto, hasta totalizar la friolera de noventa y ocho óperas  representadas en sus tres decenios de vida, y donde los nombres de grandes artistas del ochocientos ven desfilar directores como Clemente Castagneri, Marino Mancinelli o Nicola Bassi, y cantantes como Ida Edelvira, Carolina Briol, Elena Theodorini, Gemma Bellincioni (la creadora mundial de “Cavalleria rusticana” de Mascagni)  entre las voces femeninas.


Los tan reconocidos tenores Angelo Massini, Roberto Stagno  y sobre todo dos que conquistaron el mundo con su talento y labor como el gran turinés Francesco Tamagno, creador mundial del “Otello” verdiano, que tuvo varias temporadas en el viejo teatro con repertorio amplio  Y también  el exitoso español Julián Gayarre, muy querido por el público de entonces.


La venta del edificio para dar lugar a la construcción del  nuevo y esplendente  Colón  actual (entonces se hablaba del Nuevo Colón), la competencia con el Teatro de la Opera (ubicado en la calle Corrientes a partir de 1873 y su remodelación posterior) fueron dejando reflejos de un pasado glorioso para nuestra ciudad.


Los periódicos de entonces, consultados por esta reciente edición, como el caso deLa Prensa, fundada por José C. Pazhace un siglo y medio, dejaron testimonio  en sus páginas de  toda aquella labor, para la posteridad.
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