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La soprano rusa se presentó en el Colón con la Filarmónica

 

BELLO FESTIVAL LÍRICO CON AIDA GARIFULLINA

 

Tearo Colón

Viernes 16 de Agosto de 2019

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

-Bizet: “Farandole” de la Suite Nº 2 de “La Arlesiana”;

-Gounod:“Ah! Je veux vivre” de “Romeo y Julieta”

-Puccini: Intermezzo de “Manon Lescaut”, “Mi chiamano Mimì” y “Quando m’en vo’” de “La Bohème” y “O mio babbino caro”, de “Gianni Schicchi”

-Tchaicovsky: Polonesa de “Eugenio Oneguin”

-Rimsky-Korsakov: Escena de la Muerte de “La Doncella de Nieve”

-Delibes: Mazurka de “Coppelia” y “Les filles de Cadix”

-Verdi: Preludio al acto tercero y “Addio del passato”de “La Traviata” y Obertura de “Luisa Miller”

-Mascagni: “Intermezzo”de Cavalleria Rusticana

-Massenet: “Élégie”

-Leoncavallo: “Mattinata”.

Aida Garifullina, soprano

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Carlos Vieu).

 

Nacida en Kazan el 30 de Septiembre de 1987, Aida Garifullina desplegó si se quiere una carrera corta, por razones obvias, pero decididamente importante. Conocida por su participación en las ceremonias de inauguración y cierre del Mundial de Rusia, en 2018, actuó en los Festivales de Salzburgo, el Liceo, la Ópera de la Bastilla así como también el Mariinski y la Ópera de Viena, y está contratada para presentarse en el Met, la Ópera del Estado de Berlín y el Covent Garden. El Colón, con loable iniciativa, la trajo ahora para su ciclo de Grandes Intérpretes Internacionales, y su debut, el viernes, acompañada por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires conducida por Carlos Vieu, alcanzó por cierto niveles de alta calidad.

 

Una voz cristalina

Digamos para empezar que a lo largo de un repertorio sin duda bien variado, la soprano tártara mostró esencialmente un registro de impecable lozanía y color claro, absolutamente homogéneo en toda su extensión y de emisión muy pura y franca. Además de esto, lució técnica de primer orden y notas de alma cristalina, lo que se vio reflejado en una notable ductilidad, capacidad natural para modelar las distintas intensidades y la firmeza de sostén del pasaje y el agudo, ello sin perjuicio de un centro bien consistente.

 

Desde ya que cuando se abarcan páginas tan distintas, no todo puede ser oro de ley. A sus anchas en los trozos livianos, de agilidad (recordemos que se trata de una cantante lírica), nuestra visitante descolló en “Je veux vivre”, de Gounod, el vals de Musetta, de exquisita languidez en sus líneas y filato conclusivo y la “Chanson Espagnole” (“Les filles de Cadix”), el agraciado bolero de Delibes rematado con un “fa” sostenido sobreagudo, nota prácticamente extrema para la voz humana.

 

Puccini y Massenet

Simpática, portadora de un vestuario algo exagerado en sus esbeltos pliegues, la artista rusa vertió también con grato diseño, perfecta afinación y sones diamantinos “O mio babbino caro” y la “Élégie”, de Massenet, con texto de Louis Gallet sobre “Les Erynnes” de Lecont de Lisle, fragmento en el que expuso bellas reverberaciones y muy sentido fraseo,  modulaciones y acentos, y en el que se destacó el excelente cellista Diego Fainguersch (la partitura original está escrita para este instrumento y voz).

 

Dueña de un finísimo legato y de un metal que pese a no ser poderoso, como se diría en la jerga especializada “corre bien”, la intérprete rusa abordó “Addio del passato” con cierta distancia expresiva, para ingresar luego progresivamente en un clima de acentuada calidez comunicativa. No fue así sin embargo con “Mi chiamano Mimì”, aria que nunca había encarado hasta ahora y para la que pareció no estar todavía suficientemente madura en punto a corpulencia, matices y color.

 

El tango “Por una cabeza”, de Carlos Gardel, ofrecido bastante aceptablemente como bis y con inteligente dicción ante el regocijo del auditorio, quedará simplemente como una anécdota. Enfrentada a un repertorio que no le es habitual, la Filarmónica se manejó por su lado con esmero y aplicación. Pero el problema estuvo en el pupitre. El maestro Vieu dirigió todas las páginas francesas como si se tratara de piezas del verismo italiano (en algunos momentos la estridencia exagerada de bronces y timbales hizo pensar en una banda), y el apasionado “Intermezzo” de “Cavalleria Rusticana” con la exquisitez propia de la música gala. Ello además de cubrir parcialmente la voz de la solista en más de un momento, olvidando su papel de acompañante.

 

Calificación: muy bueno

Carlos Ernesto Ure