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En la clausura del Festival Barenboim

 

CON LA EXIMIA VIOLINISTA ANNE-SOPHIE MUTTER

 

Auditorio Nacional

Miércoles 7 de agosto de 2019

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Previn: “Andante”, del Concierto para violín y orquesta “Anne-Sophie”

Sibelius: Concierto para violín y orquesta en re menor, opus 47

Beethoven: Sinfonía Nº 7, en la mayor, opus 92.

Anne-Sophie Mutter, violín

Orquesta del Diván Oriental Occidental (Daniel Barenboim).

 

 

Después de dieciocho días muy intensos, el “huracán Barenboim” concluyó el jueves con un concierto a cargo de la orquesta del maestro argentino-israelita que contó con la participación de Anne-Sophie Mutter. Organizado por la Secretaría del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, la última jornada del Festival exhibió matices diversos, ya que al lado de una violinista de alto renombre internacional formó una agrupación sinfónica simplemente correcta, sin ir mucho más allá, meritoria por cierto habida cuenta que se trata de una entidad juvenil, aplicada y entusiasta.

 

Artista famosa

Nacida en Rheinfelden (Baden-Würtenberg) el 29 de Junio de 1963, ganadora de un concurso de piano con su hermano Christoph en 1970, consagrada luego fundamentalmente al violín, Anne-Sophie Mutter fue descubierta cuando tenía sólo trece años por Karajan, quien la convirtió en su “enfant-gâté”, le indicó hasta como tenía que vestirse y la hizo tocar como solista en 1977 con la Filarmónica de Berlín y en los Festivales de Salzburgo.

 

Este fue el punto de partida de una carrera estelar que la llevó a actuar con directores de máximo fuste, presentarse en los más grandes escenarios internacionales y formar incluso un trío con Bruno Giuranna y Mstislav Rostropovich. No está demás señalar que varios compositores de los más importantes de nuestro tiempo (Lutoslawski, Dutilleux, Rihm, Gubaidulina, Penderecki), y esto es notable, le dedicaron obras que ella mismo estrenó.

 

Siempre en el Centro Cultural del Palacio de Correos (CCK) y en una nueva visita a nuestro medio (la primera fue en 1998) la excelente instrumentista alemana revalidó por cierto sus grandes títulos a través de una labor de primer nivel. Es verdad que su tañido, sin incursionar en notas falsas ni desentonaciones, pareció en muchos momentos falto de la redonda, inmaculada calidez de otros tiempos y se oyó ligeramente agrio, sobre todo en los ascensos del centro al agudo. Pero paralelamente con ello, cabe ponderar la amplia flexibilidad y el ademán de su arco, la seguridad de ataques y deslizamientos, el arte exquisito de pianíssimos llevados al sutil extremo de lo casi inaudible.

 

La velada se inició con el último movimiento del Concierto que André Previn, fallecido en Febrero último, le dedicó en Marzo de 2002 a quien fuera su esposa entre Agosto de ese año y el 2006. Trabajo ambiguo, disonante, carente de hilo conductor (como declaración de amor podría haber sido más afectiva), nuestra visitante alternó en su transcurso notas de cierta aspereza con otras de mejor entereza sonora. Anne–Sophie Mutter, quien vendrá al Colón en Noviembre y ofreció como bis la austera “Sarabande” de la célebre Partita en re menor, de Bach, incluyó de todos modos esta creación (completa) como homenaje a su ex marido en el la gira que está haciendo por los Estados Unidos.

 

Sibelius

“Una polonesa para osos polares”, según lo definió Donald Tovey, “una obra increíblemente vacía y convencional”, según la opinión de Antoine de Goléa, lo concreto es que Jean Sibelius era violinista y compuso su Concierto para este instrumento que conocía tan bien con la idea de procurar el lucimiento mayúsculo del intérprete a través de los diseños pirotécnicos más arduos, desde ya de contenido superficial.

 

En este contexto la artista germana se lució con el despliegue de sedosas variaciones, maleable manejo de las intensidades y enérgica convicción en los ataques, a lo que cabe añadir un brazo de infatigable energía, “legato” con trémolos en sonidos casi imperceptibles, “ostinati” vibrantes, sobreagudos de admirable tersura.

 

Sin “encores”, pese a que se trataba de la despedida, la velada programada curiosamente para un día de semana a las seis de la tarde finalizó con una versión de la Séptima, de Beethoven, ejecutada llamativamente en cuatro de los seis conciertos con orquesta sinfónica ofrecidos por Barenboim. Con el soporte de una remarcable fila de ocho contrabajos, la versión digamos que más que bien probada, pareció acertada en énfasis y tiempos ajustados a los moldes de la mejor tradición, ello sin perjuicio de pasajes un tanto turbulentos, trazos algo macizos y una articulación a veces débil.

 

Calificación: muy bueno

Carlos Ernesto Ure