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UNA EXQUISITA MUESTRA DEL BARROCO ALEMAN

 

Salta, Basílica Menor de San Francisco.

sábado 18 de noviembre de 2017

 

Escribe: José Mario Carrer

 

 

 

Programa:

Sonata en fa mayor HWV 389 y Suite para clave en fa mayor  HWV 427 de Georg Friedrich Händel (1685-1759).

Suite nº 2 en si bemol mayor TWV 42:B2 y Sonata en la menor TWV 42:a4 de George Phiippe Teleman (1681-1767).

Sonata en sol mayor BWV 1021 de Johann Sebastian Bach (1685-1750).

 

Quartetto Locatelli. Nicholas Robinson (violín barroco), Eva Solá (violonchello barroco), Andrés Locatelli (flauta dulce) y Francesco Corti (clave).

 

 

Hay un hecho insoslayable en la vida cultural de Salta. Lo he dicho en otras oportunidades. Sobre todo en el mundo musical. Hoy se puede hablar de la vida salteña, en esta materia, que hay un antes y un después, siendo la bisagra que divide ambos lapsos, la creación de la Orquesta Sinfónica de Salta. Desde su fundación en el año 2001 ha producido situaciones especiales cuya lista es inmensa. Sin embargo hay algunas que vale la pena recordar. Cuando una de las bellas artes crece, como sucedió con la música, hasta llegar a un punto que no podía ser ignorado en el país y alcanzar la distinción en el año 2004 de ser nombrada por la Asociación de Críticos Musicales de Argentina, como la mejor orquesta nacional, se produjo como un click que no solo influyó en el arte musical sino que se trasladó a otras expresiones artísticas. Se terminó la literatura de mala calidad; finalizó el período en el cual cualquier expresión plástica era considerada Arte y por si fuera poco, se produjo una explosión musical que trajo a nuestra provincia el aire bienhechor de la renovación y por supuesto de la ampliación del horizonte artístico-cultural. La actividad coral mejoró, aparecieron programas, grupos y solistas de envergadura casi desconocida para nuestro medio. Los oyentes, iniciados o no comenzaron a conocer la música posterior al clasicismo, época que casi significaba un límite para nuestro gusto y conocimiento personal. Es como si se hubiera abierto una puerta por la cual entraban mundos mas desarrollados que el nuestro. El apoyo del Estado contribuyó por convencimiento al inicio y por comprensión hasta nuestros días. De este tema se puede mencionar circunstancias muchas veces ignoradas y desconocidas. Por ejemplo, el apoyo de no pocas empresas, sin importar su tamaño, que vieron una forma de canalizar sus apoyos económicos en esta actividad que contribuye a mejorar al individuo. Una famosa prepaga en materia de salud (Osde), hizo posible con su aporte el concierto que permitió un mayor conocimiento del “barroco alemán” tan rico en aportes a los cambios que los compositores de momentos posteriores no hubieran podido producir si antes no hubiera habido el llamado “renacentismo” o el nombrado “barroco”.


La visita a nuestro país del notable clavecinista italiano Francesco Corti junto al argentino Andrés Locatelli (flauta dulce) fue aprovechada por la Asociación Monteverdi liderada por el excelente músico Julio Menéndez que reunió a los nombrados con dos miembros de la Orquesta Sinfónica de Salta: el violinista ingles Nicholas Robinson y la  violonchelista salteña María Eva Solá para cubrir el espacio vacío de la música de aquellos tiempos. Los cuatro formaron un grupo de alto nivel dispuestos a entregar de la mejor manera un programa pensado para mostrar la belleza del barroco que se hacía en Alemania allá por una gran porción del siglo XVIII.


Primero fue la figura de Händel cuyas expresiones reúnen por genética la austeridad alemana, por gusto el espíritu italiano y por convivencia el moderado equilibrio de la música inglesa. Quien conoce algo de este notable compositor, habrá reconocido en el “adagio” de la primer sonata, la típica línea de sus arias para contratenor que mucho se usaba en aquellos tiempos. También permitió conocer la enorme musicalidad de Corti en el teclado de su clave.


Corti también fue el “basso continuo” en las obras a cargo del grupo, con el apoyo en la línea grave del clave a cargo de la seguridad que transmite el violonchelo de Solá, quién sobresalió en el régimen contrapuntístico que la construcción de Telemann, casi perfecta, de poderosa inventiva, tuvo en la intérprete un sólido basamento sonoro. Impresionante el virtuosismo de Locatelli sobre todo en la exigente página del prolífico alemán, tan prolijo en el armado de su música, como la mostrada en su Sonata en la menor.


Si hasta aquí el disfrute había sido general –no pudo ser de otro modo cuando la escritura para cada instrumento es de lo mejor en sus infinitas combinaciones y en sus acentos tan particulares- con la sonata de Bach todos estuvimos en la cúspide. Inspirado, de línea melódica  significativamente sensible, estábamos frente a un monumento a la construcción musical, al orden, a la serie, a la estructura, la forma, la armonía, al matemático contrapunto, la hermosura inconmensurable del genio de este gigantesco compositor que en épocas de Telemann no fue tan famoso pero que en el siglo XIX fue redescubierto para constituirse en uno de los pilares de la música centroeuropea. Y aquí llegó el alto nivel de lucimiento de un violinista descomunal, desbordante, el inglés Robinson que también se lució en las otras páginas pero que en Bach entregó todo su interior cargado de musicalidad. Su ejecución fue para recordar. Junto a Eva Sola fueron y son dos verdaderas adquisiciones para la orquesta local a la que le falta muy poco para mostrar a su nuevo conductor titular.