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“Mahagonny” en el teatro Colón

 

RELEVANTE PUESTA DE UNA ÓPERA DE WEILL

 

Teatro Colón

Martes 22 de Agosto de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

“Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny”

Ópera en tres actos, con texto de Bertolt Brecht, y música de Kurt Weill.

Con Iris Vermillion, Nicola Beller Carbone, Nicolai Schukoff, Pedro Espinosa, Hernán Iturra0lde, Gonzalo Araya, Luciano Garay e Iván García.

Iluminación de José Luis Fiorruccio

Escenografía de Diego Siliano

Vestuario de Luciana Gutman

“régie” de Marcelo Lombardero.

Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatros Colón (David Syrus).

 

 

Después de un largo paréntesis (el título precedente se presentó el 18 de Julio), el Colón repuso el martes “Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny”, ante una sala con muchos claros, en quinta función de gran abono de la temporada lírica oficial. Endeble en su fluido musical, la versión contó sin embargo con una nueva producción de imaginativo talento, que se convirtió en factor primordial de sostén de una representación en la que no faltaron asimismo algunas voces de acusado interés.


Puesta meritoria
Marcelo Lombardero fue el responsable de una “mise-en-scène” de primerísimo nivel debido a su riqueza de ideas, la pulcritud y belleza del montaje y marco visual. Es cierto que orientar la creación de Kurt Weill hacia el “music hall” puede resultar opinable, porque se trata de una ópera, superadora del cabaret musical centro europeo, con estilo propio y distinto, bien llamado “expresionismo paródico” (de crítica ácida, dicho sea de paso, a la sociedad norteamericana).


Pero al margen de ello, lo cierto es que esta producción colorida y fantasiosa, por momentos cinematográfica, cuidada hasta en sus mínimos detalles, configuró un marco trazado con solidez. Pletórico de novedades, ágil en desplazamientos e interacciones (hubo numerosos figurantes), bien equilibrado en volúmenes, el contexto tradujo por cierto ponderable creatividad.


Por su lado, José Luis Fiorruccio diseñó un impecable esquema lumínico, Diego Siliano decorados funcionales, bien enlazados secuencialmente, y Luciana Gutman fue la autora de un vestuario extenso, de esmerada elaboración.

  
Aspectos musicales
Preparado siempre por Miguel Martínez, el coro estable, obligado a una movilidad inusual, se manejó con certera musicalidad y sincronización.  Al frente de la orquesta de la casa, de dudoso rendimiento, el maestro británico David Syrus no superó en cambio los límites de una intrascendente rutina, sin pretensiones mayores.


En cuanto a los cantantes solistas, cabe apuntar que tanto Hernán Iturralde (Moses Trinidad) como el chileno Pedro Espinoza (Fatty) y el bajo venezolano Iván García (Joe) revelaron registros convincentes y bien armados.


De nuevo en nuestro medio, la soprano germano-hispana Nicola Beller Carbone (Jenny), muy endeble vocalmente, se destacó sin embargo debido a sus dotes escénicas. Los dos elementos más destacados de la noche fueron de cualquier manera Iris Vermillion (Begbick) y Nikolai Schukoff (Jim Mahoney). La mezzo alemana, ya conocida de nuestro público, mostró autoridad y un metal acabado, denso en el sector inferior, de excelente modo en los parlamentos, al tiempo que el tenor austríaco, de tránsito desenvuelto en el palco escénico y en la sala, hizo oír una voz tersa, de buen volumen, reflejos heroicos y gran firmeza en toda la extensión de su tesitura: su abordaje de “Wenn der Himmel hell wird”, el aria lenta que abre el tercer acto, fue realmente espléndido.

 
Calificación: muy bueno                        

 

Carlos Ernesto Ure