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En los Festivales de la Ópera del Estado de Baviera


BRILLANTE VERSIÓN DE "ANDREA CHÉNIER"

 

Bayerische Staatsoper

Viernes 28 de Julio de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Munich (especial). El artista y el crítico, esto es obvio, deben alejarse del costado emocional para realizar su labor. Pero convengamos en que alguna vez, ello no es fácil. Es que la representación de "Andrea Chenier" que tuvo lugar en el marco de los Festivales de la Bayerische Staatsoper fue por donde se la mire de tal nivel de excelencia, que llegó a arrebatar profundamente al auditorio (mayoritariamente alemán) del repleto Nationaltheater. Todos los componentes del espectáculo, como se lo puede imaginar, se conjugaron en definitiva para generar una jornada memorable.


Puesta magnífica

Señalemos, para empezar, que la producción concebida por Philipp Stölzl, imaginativa, realista, constituyó una cabal demostración de cómo se pueden modificar los conceptos escénicos tradicionales de un drama lirico sin desfigurarlo. Desarrollado con especial creatividad e inteligencia en planos movibles y superpuestos, con acciones simultáneas o intercaladas, todo con criterio si se quiere cinematográfico, el cuadro visual fue siempre atrayente y exhibió agilidad, detalles bien estudiados y cuidados y un vestuario fiel a la época.


La Orquesta de la casa cumplió por su lado un cometido de primer órden, en el que se destacaron los contrabajos en el inicio del ultimo acto y los cornos en el rotundo cierre. Estuvo en el podio el maestro israelita Omer Meir Wellber, figura a tener en cuenta debido a su dominio del "métier": intensamente melódica, pasional, pletórica de adecuados giros dinámicos, su vesión de la partitura de Umberto Giordano se distinguió además por su precisón y fluidez.


Kaufmann y Harteros

En lo que hace a los cantantes, Luca Salsi (Gérard) se manejó dentro de las características que le conocimos en el Colón, esto es, con efectiva reciedumbre. Pero el plato fuerte fue la pareja central. Jonas Kaufmann (Chénier) cumplió una faena de muy encumbrado relieve: su timbre heroico-dramático, la firmeza y cobertura de sus notas, facilidad de la emisión y virilidad de la expresión, fueron todos rasgos de una actuación de verdadero impacto. A su lado, Anja Harteros (Maddalena) deslumbró una vez más por la belleza de su metal, su línea y proyección tan depuradas, su solidez, homogeneidad y comunicatividad.


Pocas veces como en ésta, las dolientes frases de su personaje en el segundo acto ("son sola al mondo, son sola e minacciata"), fueron vertidas con tan penetrante hermosura.


Carlos Ernesto Ure