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Con Anja Harteros y Jonas Kaufmann


UNA ESPLÉNDIDA "FORZA" EN LA ÓPERA DE BAVIERA

 

Bayerische Staatsoper

Miércoles 26 de Julio de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Munich (especial). El Nationaltheater tiene colocado sobre su fachada un género de gran tamaño que dice: "Live". Esto es, que la ópera vive. Y esta fue precisamente la impresión palpitante que nos dejó la función de "La Forza del Destino", inserta en el marco de los Festivales de la Bayerische Staatsoper, que se realizan siempre en el mes de Julio, en pleno período estival, exactamente en los mismos recintos donde tiene lugar el resto de la temporada.

 

 

Grandes cantantes

Cabe señalar de manera inicial que habían sido vendidas la totalidad de las localidades, pese a lo cual decenas de personas se agolpaban afanosamente en las puertas del recinto y de la boletería procurando conseguir un lugar por devolución o por reventa. Pero además de ello, y aquí estaba el atractivo más fuerte, el conjunto de cantantes era de inusual excelencia, como lo pudimos comprobar.


En primer lugar, Anja Harteros (Leonora) cumplió una labor deslumbrante por la entereza y calidad de su regisro, potente, sin la más mínima fisura en toda la extensión de la tesitura. De color sólido y consistente, cálido, envolvente, la soprano alemana (de padre griego) es hoy, sin ninguna duda, una de las "spinto" de mejor técnica y categoría en el panorama internacional.


A su lado estuvo Jonas Kaufmann (Alvaro), hijo dilecto de esta ciudad, quien a partir de un comienzo irregular, fue elevando progresivamente su desempeño hasta alcanzar como era de esperarse óptimo nivel. Es cierto que a lo largo de su cometido introdujo algunos pianíssimos si se quiere dudosos, pero ello no afectó para nada su canto recio, viril, de pasaje brillante y timbre heroico y fornido.


En los otros papeles, la mezzo búlgara Nadia Krasteva (Preziosilla) exhibió material de primera, con mórbidos graves y notables agudos; Ambrogio Maestri (Melitone) no consiguió alcanzar la vena bufa de su personaje (lo que se le debe atribuir al "regisseur"), el joven barítono veronés Simone Piazzola (Carlo), al principio inseguro, exhibió después metal oscuro y corpulento y el bajo ruso Vitalij Kowaljow (Calatrava y Padre Guardián), sin perjuicio de su muy positivo material, fraseó sólo de manera epidérmica.

 

 

La puesta

El melodrama de Verdi, ofrecido curiosamente en su versión milanesa de 1869, con texto re-elaborado por Antonio Ghislanzoni y escenas modificadas en el tercer acto por Franz Werfel, fue conducido con impecable prestancia por un discípulo de Barenboim, el maestro israelita

Asher Fisch.


En cuanto a la "mise-en-scéne", perteneciente al director teatral austríaco Martin Kusej, cabe apuntar que a partir de un concepto renovador moderno y semi-minimalista no desvirtuó las claves del drama, pese a más de un detalle objetable (sin ir má lejos: el Padre Guardián con traje actual de calle, camisa y corbata, o Melitone con "jeans" y campera).

 

Carlos Ernesto Ure