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Concierto del ciclo de Nuova Harmonia

 

Teatro Coliseo

Sábado 13 de Mayo de 2017

 

Escribe: Eduardo Balestena

 

 

Solistas: Stefano Bollani; Diego Schissi, piano
Orquesta Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón
Director: Carlos Vieu

 


La propuesta de este concierto llevado a cabo en el ciclo de Nuova Harmonia estuvo signada por varios factores: la improvisación solista; la inventiva e innovación musical; el límite, difuso a veces, entre la música popular y la académica, así como la interrogación sobre tales categorías y sobre los géneros de fusión.


El programa comenzó con Variaciones sobre Gershwin, de Stefano Bollani. Pianista; compositor con una importante carrera en Europa. Intérprete de singular presencia y carisma, desarrolló una serie de improvisaciones primero a partir de la frase inicial del clarinete en la Rhapsody in blue y luego de I got rhythm y The man I love.  Desde el inicio hizo evidente el propósito de jugar con la solemnidad de los conciertos e iniciar éste en un marco de pura inventiva, que hizo evidente su enorme talento para la improvisación. Con la base de ostinato desarrolló a la vez líneas en que los temas eran citados, tomándose un intervalo de una frase y desarrollando una nueva línea a partir de él, para regresar al episodio inicial, incursionar en otro y volver (éste es sólo uno de sus muchos recursos).


La Obertura cubana y la Rhapsody in blue, de George Gershwin siguieron en el orden del programa. Tanto en  ciertos acentos de la orquesta, perceptibles ya en el solo inicial de clarinete, como en los pasajes del piano, el enfoque de la obra estuvo centrado en las posibilidades de fraseo de temas de sesgo jazzistico. Sin agregado de líneas de improvisación ajenas Bollani exploró estas posibilidades de la obra, las vinculadas a la libertad e irregularidad, lo que requiere de la orquesta  algo más que la cuenta de los compases en las  cadencias sino la aptitud para transitar ese discurso donde nada es esencialmente matemático.


Con secciones absolutamente  sólidas –metales, maderas, percusión- la orquesta tuvo una lucida actuación. Destacaron especialmente –entre otros- Carlos Céspedes (clarinete solista); Florencia Barrientos (percusión); Walter Mengel (trompeta solista); Oleg Pishenin (concertino); la sección de cornos y de trombones.


La extensa segunda parte estuvo conformada por las versiones, con arreglos de Diego Scchissi y orquestación suya y de Matías Scheines, de obras de tango: Milonga Triste, de Sebastián Piana y Homero Manzi; Libertango, de Astor Piazzolla; Cafetín de Buenos Aires, de Mariano Mores y Enrique Santos Discépolo; prosiguiendo con una serie de obras de Diego Schissi y una de Stefano Bollani, alternándose las formaciones de orquesta y dos pianos; dos pianos y piano solista.


En arreglos como el de Libertango, con dos pianos y orquesta lo más perceptible estuvo en el discurso orquestal; en otras instancias, la idea de improvisación en jazz abarcó la temática de tango. Las intervenciones estuvieron marcadas por pasajes y efectos orquestales, tales como el glissando en la cuerda, los colores en las maderas, y la inventiva pianística, indetenible, siempre sorprendente.
En sus improvisaciones, Bollani suele tomar –con más o menos extensión- formas tradicionales, como el minué, citarlas, reiterarlas y valerse de ellas para abrir nuevos episodios y volver a la cita inicial. Los finales de sus intervenciones están marcados por este mecanismo conclusivo, suerte de broma, cálida y respetuosa, del elemento clásico que nunca es dejado atrás ya que constituye una referencia siempre presente.


En obras como Cafetín de Buenos Aires se abre una  interesante cuestión que finca en las razones de la necesidad de llevar la obra popular al marco académico, uno que remitirá siempre a la naturaleza popular, en cuya estética alcanza una belleza y plenitud irrepetibles (llevada a otro ámbito es otra cosa). Hay una necesidad de exploración de posibilidades, ello rige para todo el postulado estético de pianistas y arreglares y de transitar de un universo a otro –el lenguaje académico y el popular- e incursionar en sus zonas de encuentro. Una idea distinta a la de Bartók, citado por el artículo de Diego Fisherman en el programa de mano, quien obtuvo una identidad única y nueva en la obra académica concibiéndola a partir del trabajo de los materiales folklóricos: la fusión está en una identidad nueva donde ya no existen las categorías de lo popular y lo académico porque ambas forman parte de algo que no seria lo que es si no fuese por ellas.


En este horizonte, el talento pianístico de los intérpretes es una de los aspectos más evidentes. Baste señalar que Diego Schissi  es un compositor y arreglador que ha llevado una importante carrera en el país y en el exterior.


La pregunta es si la fusión, como idea, el tránsito de una a otra categoría musical –si es válido hablar de categorías, como lo cuestiona Fisherman- puede ofrecer algo más que el virtuosismo, la libertad formal y la sorprendente imaginación.  


Carlos Vieu ha mostrado una vez más su versatilidad como director, en una carrera que en los últimos días lo ha llevado de Aaron Copland a Beethoven; Gershwin; Piana y Piazzolla, al frente de una orquesta totalmente experimentada, en obras de importantes requerimientos formales.


Nuova Harmonia ha brindado algo que no es sólo un concierto sino un modo de experimentar la música.

 

Eduardo Balestena