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“Escrito sobre Piel”, de George Benjamin, en el Argentino

 

IMPORTANTE ESTRENO DE UNA ÓPERA DEL SIGLO XXI

 

Teatro Argentino de La Plata

Domingo 16 de Octubre de 2016

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

"Written on Skin”, ópera en tres partes, con libro de Martin Crimp, y música de George Benjamin.

Con Jacquelina Livieri, Hernán Iturralde, Flavio Oliver, Eugenia Fuente y Carlos Natale.

Iluminación de Alejandro Le Roux y Jorge Ferro

Escenografía y vestuario de Cecilia Zuvialde

"régie" de Cristián Drut.

Orquesta Estable del Teatro Argentino (Lucas Urdampilleta).

 

Constituyó decididamente un acontecimiento trascendente el estreno sudamericano de “Written on Skin”, que tuvo lugar el domingo en el teatro Argentino. La ópera del inglés George Benjamin (1960) se había ofrecido por primera vez el 7 de Julio de 2012 en Aix-en-Provence, con Barbara Hannigan y dirección del compositor, y a partir de allí cumplió un recorrido formidable, porque se dio en París, Londres, Munich, Estocolmo, Barcelona, Tanglewood, Nueva York y Madrid entre otras salas. Nuestros colegas británicos la calificaron como “obra maestra” del teatro lírico de la centuria que estamos transitando, pero lo cierto es que sin caer en exageraciones, se trata de una pieza absolutamente creativa y original por donde se la mire, si se quiere cautivante por la belleza de su inventiva musical y teatral.


Creación muy atrayente
Desarrollada en tres partes que se ofrecen sin intervalos a lo largo de poco más de una hora y media de duración, “Escrito sobre Piel” se basa en una leyenda atribuida al trovador medieval catalán Guillem de Cabestaing, de fuerte impacto trágico-psicológico, sobre la cual Martin Crimp (Dartford, 1956) construyó un texto de ricas imágenes y situaciones.


Apartado casi por completo de agresivas disonancias (salvo en los compases iniciales), Benjamin elaboró a su vez una partitura que oscila entre cierta vaguedad tonal y una arquitectura armónica tocante, de sereno cromatismo. Sin acentuaciones rítmicas remarcables, con texturas muy bien balanceadas y sugestiva generación de climas, las líneas melódicas se asientan sobre todo en timbres y colores, y desenvuelven un discurso que suele ubicarse con intercalaciones de planos entre el “mezzo forte” y el “piano”, con súbitas erupciones cuando la trama lo requiere.


En cuanto a la orquestación, en cuyo trabajo su autor demuestra excepcional maestría, en esta ocasión se utilizó con excelentes resultados un organismo numeroso (el original está concebido para una agrupación de cámara), que incluye además de variadísima percusión, lijas, bloques de madera, maracas, bongós, “glassharmonika”, mandolina, “viola da gamba bassa” y clarinete contrabajo, cuya alma resultó notoria en el subrayado de ciertos momentos. Es probable que este trabajo, tan alejado de los experimentos sonoro-auditivos de las últimas décadas, esté llamado a encabezar una corriente musical modernista, continuadora, con lenguaje actual, de la herencia del impresionismo, el post-romanticismo y un expresionismo moderado, en una síntesis expresiva lanzada hacia el devenir del Siglo XXI con desenvolvimiento que esquiva las provocaciones y se concentra en los procedimientos armónicos.


Versión de primera
La edición que presentó el coliseo platense, por otra parte, fue de muy alto nivel. En los papeles principales, el barítono Hernán Iturralde (The Protector), además de destacada dicción inglesa, puso en evidencia una línea de canto plena de sutilezas y registro acabadamente modelado, al tiempo que la soprano rosarina Jacquelina Livieri (Agnès), elemento en continuo crecimiento en materia de cuerpo y volumen vocales, corporizó su personaje con elocuencia y estimables cualidades teatrales. El contratenor ítalo-hispano Flavio Oliver (Ángel 1 y The Boy) lució asimismo registro pleno y de buena circulación, y la mezzo Eugenia Fuente (Ángel 2 y Marie) y el tenor Carlos Natale (Ángel 3 y John) aportaron por su lado solidez y criteriosa profesionalidad.


En su primera incursión en el foso, Lucas Urdampilleta condujo con seguridad y esmerada precisión a una orquesta que respondió con prolijidad. Hombre del tinglado de prosa, también debutante en el terreno lírico, Cristián Drut presidió una producción de llamativa calidad debido a la concreción de su enfoque, positivamente concentrado en los factores cardinales de la obra. Pese a una acción sin duda morosa, la tensión no decayó en ningún momento; Jorge Ferro y Alejandro Le Roux diseñaron una iluminación muy ceñida a las diferentes secuencias, y Cecilia Zuvialde proyectó con inteligencia un vestuario austero pero en carácter y una escenografía acertadamente encuadrada y muy funcional.


Calificación: excelente
Carlos Ernesto Ure