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En el Colón, con el destacado tenor Marcel Alvarez

 

ESPLÉNDIDA PUESTA DE "TOSCA"


Teatro Colón de Buenos Aires

Martes 23 de agosto de 2016.

 

Escribe: Graciela Morgenstern

Fotos: Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli

 

 

 

Tosca, de Giacomo Puccini
Libreto: Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la pieza homónima de Victorien Sardou
Elenco: Eva-María Westbroek , Marcelo Álvarez, Carlos Álvarez, Luís Gaeta, Mario De Salvo, Sergio Spina, Fernando Grassi, Carlos Esquivel y Julieta Unrein
Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón;
Director de coro: Miguel Martínez
Coro de Niños del Teatro Colón,
Director del Coro de Niños: César Bustamante 

Dirección musical: Carlos Vieu
Concepción Escénica, diseño de escenografía e iluminación: Roberto Oswald 
Escenógrafo asociado: Christian Prego
Reposición de iluminación: Rubén Conde
Diseño de vestuario: Aníbal Lápiz

Dirección de escena: Aníbal Lápiz

 

El Teatro Colón ha repuesto Tosca, una de las expresiones más relevantes y populares den­tro del repertorio operístico italiano.  La obra tiene una particular suma de encantos que la convierte en una maravilla del teatro lírico. Es teatral desde todo punto de vista: por la sucesión de acontecimientos que se desarrollan vertiginosamente, por el talento de Illica y Giacosa para reunir en tres actos relativamente breves las ideas de Sardou y ante todo, por el instinto musical de Puccini que logró un crescendo dramático con escasos parangones en la historia de la ópera.

 

 Además de líneas melódicas extraordinariamente be­llas, la partitura posee una gran sutileza expresiva en la que el compositor plasmó conflictos y reacciones humanas. El libreto está basado en el drama homónimo de Victoriano Sardou, que fue escrito para la inolvidable Sarah Bernhardt. Desde su estreno en Turín en 1900, ha gozado de amplias preferen­cias por parte del público.

 

Tos­ca es una obra de grandes divos, requiriendo a su vez. la participación de un director de orquesta capacitado, con buenas dotes comunicativas. En nuestros días, representarla con resultados artísticos relevantes involucra un desafío de considerable magnitud, especialmente en un teatro con la tradición del Colón. La expectativa que produjo esta reposición no fue poca, por la presencia de Marcelo Alvarez en el elenco y por la reposición a manera de homenaje, de la producción escénica de Roberto Oswald, uno de los más grandes artistas argentinos de las últimas décadas, creador de magníficas puestas que hasta el momento, han sido imbatibles en nuestro medio.


La gran mayoría de los asistentes esperaba la presentación de Marcelo Alvarez, tenor cordobés que ha actuado en los escenarios más prestigiosos del mundo. Las expectativas eran muy altas pero nuestro compatriota no decepcionó. Compuso un Cavaradossi heroico y desafiante, desempeñándose con gran histrionismo. En el aspecto vocal, el bello color de su voz, el squillo y la manera en que los agudos fluyen con naturalidad lograron convencer. Cantó su parte con pasión, especialmente sus arias Recóndita armonía y E lucevan le stelle. Recibió la mayor ovación de una sala repleta, al finalizar la función.


La parte de Floria Tosca fue confiada a la soprano Eva Maria Westbroek, debutante en nuestro medio. Su desempeño escénico fue muy bueno y su patrimonio vocal, muy interesante, de timbre grato y con caudal suficiente. Exhibió un “vibrato”, por momentos molesto y la dificultad en la emisión de alguna nota hacia el final de la función. Aunque hubiera sido deseable un canto con más matices, especialmente durante el primer acto, actuó con notoria convicción y compuso una protagonista creíble.


Carlos Alvarez, artista inteligente y refinado, presentó un Barón Scarpia con mayor sonoridad en los agudos que en los graves, a veces sofocados por la orquesta. Transmitió deseo entremezclado con cruel­dad y la obligación de cumplir con el deber.


Entre los restantes componen­tes del elenco, se hizo notable la participación de Luis Gaeta que compuso al Sacristán con eficiente actuación vocal y escénica. Mani­festando buena dicción y una labor cuidadosa y esmerada, le bastaron los escasos momentos que el libreto le proporciona para definir el perso­naje.

 

También fueron valiosas las actuaciones de Sergio Spina como Spoletta y Fernando Grassi encarnando a Sciarrone. En un marco de corrección se desempeñaron Mario De Salvo, Carlos Esquivel y la niña Julieta Unrein corno Angelotti. el carcelero y la voz del pastor, respectivamente.

 

Tanto el Coro Estable como el Coro de Niños, bajo la dirección de Miguel Martínez y César Bustamante, respectivamente, realizaron una labor de notoria eficacia.

 

Carlos Vieu desde el podio, dirigió a la Orquesta Estable. Músico detallista y laborioso, imprimió garra, brillo y expresión, captando y transmitiendo la emotividad y dramatismo del texto. Podría haber sacado mayor provecho del fraseo que le ofrece la partitura hacia el final del segundo acto pero su versión captó la fuerza dramática del verismo y la or­questa respondió en forma adecuada.

 

Párrafo aparte merece la producción escénica que resultó revolucionaria por su creatividad en los tiempos que corren. Basada en la concepción original del gran Roberto Oswald, es una puesta tradicional que no subestima al público mostrando el tema remanido de la universalidad y atemporalidad, como si fuera necesario “explicar” eso a la audiencia para que lo pueda entender. No se traslada la obra a la época actual ni recurre al uso de simbología de dudoso gusto.

 

En cambio, la régie de Aníbal Lápiz tuvo acción y vuelo imaginativo. La esceno­grafía, con Christian Prego como escenógrafo asociado, fue suntuosa y colorida, reproduciendo cada uno de los lugares donde la acción se desarrolla con gran profusión de detalles. La iluminación diseñada por Rubén Conde también fue apropiada. Com­pletó este trabajo el bellísimo vestuario ide­ado por Aníbal Lápiz, de elaborada factura.

 

Una muy buena versión de una historia de política, tortura, amor y muerte Una historia que la humanidad conoce bien.

 

 

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