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Más baile que canto


“DIDO Y ENEAS”, DE PURCELL

 

Teatro Colón

Martes 7 Junio de 2016

 

Escribe: V'ictor Fernandez


Ópera en un prólogo y tres actos
Música: Henry Purcell
Producción: Sasha Waltz
Dirección musical: Christopher Moulds
Coreografía: Sasha Waltz
Diseño de escenografía: Thomas Schenk y Sasha Waltz
Diseño de iluminación: Thilo Reuther
Diseño de vestuario: Christine Birkle
Akademie für alte Musik
Coro Vocalconsort
Dido: Aurore Ugolin, voz; Yael Schnell, Michal Mualemn, danza
Eneas: Reuben Willcox, voz; Virgis Puodziunas, danza
Belinda: Deborah York, voz; Sasa Queliz, danza
Teatro Colón, Gran abono (3), 20.00
Cantada en inglés con proyección del texto original y traducción al español
Duración aproximada: 105' - Sin intervalos


Dido y Eneas, una de las más de cien óperas del Barroco que han llegad a nuestros días, fue representada por primera vez en el Teatro Colón el 14 de noviembre de 1978, con la intervención de la Orquesta Estable del Teatro bajo la dirección de Steuart Bedford, régie de Michael Geliot, y el Coro del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, bajo la dirección de Valdo Sciammarella, tuvo una segunda reedición en la Temporada 2002, con la dirección de Pedro Ignacio Calderón, régie de Roberto Oswald y dirección coral de Alberto Balzanelli. En ambas oportunidades formó parte de un doble programa; en la primera oportunidad con Arlecchino, ovvero, Le finestre de Ferruccio Busoni, y en la segunda con El castillo de Barbazul de Bela Bartók.


En ambas oportunidades se ofreció la versión para coro y solistas de Benjamin Britten que fue estrenada el 8 de junio de 1951 en el festival de Aldeburgh

En el Reino Unido con una población superior 62 millones de habitantes, y con un total anual de 1129 funciones de ópera, 490 sólo en Londres, se representa aproximadamente 60 veces por año, cabe agregar que esta ópera es considerada como la primera ópera nacional inglesa, y la más importante de Purcell.


Por lo que respecta a Buenos Aires, diez funciones de esta ópera, en menos de treinta años, no justificaría su reedición en una temporada de veinte títulos, hacerlo en una de siete es francamente inapropiado. Sobre todo por el desproporcionado tamaño del Teatro para una producción barroca. Excepto, que se confirme la hipótesis generalizada entre algunos críticos y melómanos, de que cualquier producción empaquetada de ópera, que camine por ahí, puede llegar a terminar en una temporada del Teatro Colón.

Pues bien, el hecho consumado es que: Dido y Eneas es el tercer título de la Temporada Oficial de ópera del Teatro Colón.


Compuesta en 1682, tiene libreto en inglés obra de Nahum Tate, basado en su tragedia Brutus of Alba or The Enchanted Lovers y en el canto IV de la Eneida de Virgilio. Relata la historia de amor entre Dido, reina de Cartago y el héroe troyano Eneas, y su desesperación cuando la abandona.

 

Esta monumental obra del Barroco, fue estrenada en el primavera de 1689, en la Mr. Josias Priest's Boarding School for Girls de Chelsea, Londres. Su primera presentación escénica profesional se produjo a principios de 1700 en Londres, a cargo del coreógrafo y bailarín Josias Priest, dando origen a un confuso derrotero de versiones y provocando que muchas veces fuese ofrecida como, ópera, ballet, u oratorio.

 

El espectáculo que se ofrece dentro de la temporada de ópera, debe ser considerado como una Acción esencialmente coreográfica, de Danza Contemporánea y no como una ópera; del mismo modo como se considera a El Mesías de Mauricio Wainrot, con música de Händel, por mencionar un ejemplo.


La puesta, obra de la coreógrafa Sasha Waltz, apela a todos los medios posibles a desarrollar en un escenario: la danza, el canto, la oratoria, en varios idiomas, la pronunciación grotesca del inglés, la pantomima, el equilibrismo, el movimiento acuático, el nudismo, el travestismo, y seguramente otros que pasan desapercibidos ante la simultaneidad de acciones.


Todo esto es para legos y conocedores, al menos desconcertante, la duplicación de los intérpretes, uno más para el caso de Dido, provoca confusión, en tanto que la línea argumental es caótica, siendo fútil el conocimiento previo de la obra o la interiorización de la misma a través del programa de mano.

 

En el ámbito musical llega a nosotros la reconstrucción de Attilio Cremonesi, quien es a la vez escritor del prólogo -perdido, si es que alguna vez lo hubo-, partiendo de fragmentos de otras obras escénicas de Purcell.

 

Entre los hechos positivos cabe destacar que la interpretación a cargo del Vocalconsort Berlin y la Akademie für Alte Musik Berlin con dirección musical de Christopher Moulds, fue de un nivel superlativo; la utilización de instrumentos antiguos en óptimas condiciones de conservación, la precisión en la interpretación y, las sutilezas casi mágicas que infringieron estos organismos justifican de por sí sólo, la audición de esta obra.

 

Es también relevante la intervención de los cantantes solista, que afrontaron las dificultades que ofrece la sala para el repertorio barroco. Entre los muy destacables solista sobresale la mezzosoprano guadalupeña Aurore Ugolin, dueña de un caudal sonoro importantísimo y una belleza física que realza el papel a interpretar.

 

Los amantes del ballet contemporáneo saldrán del Teatro de para bienes.

 

 

(c) Víctor Fernández


www.avantialui.org