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En el Colón, en el centenario de su nacimiento


MAGNÍFICO HOMENAJE A ALBERTO GINASTERA

 

Teatro Colón

Jueves 15 de Abril de 2016

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure


Ginastera:

- Obertura para el Fausto Criollo, opus 9

- Concierto para violín, opus 30

- Variaciones Concertantes, 23 y

- Danzas del ballet “Estancia”, opus 8ª.

 

Pablo Diemecke, violín

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Enrique Arturo Diemecke).


Tanto por la jerarquía de la labor de la orquesta como por la actuación del solista y del maestro (su hermano), alcanzó verdaderamente alto nivel la velada de homenaje a Alberto Ginastera que tuvo lugar el jueves en el Colón. Tercero de la serie de abono de la Filarmónica y comentado por el propio director, el concierto, conmemorativo de los cien años del nacimiento del gran compositor argentino se deslizó por cuatro de sus obras, disímiles en épocas y estéticas, y ofreció por ello un panorama variado pero sólido de su valioso arte creativo, su riqueza tímbrico-colorística y su proyección a través de formas discursivas si se quiere inasibles.


Un gran solista

La jornada comenzó con una versión de la Obertura para el “Fausto” Criollo (1943), plasmada por Arturo Diemecke con acento puesto en los contrastes sonoros y una rítmica incisiva. Le tocó luego el turno a una obra sin duda difícil para oyentes y público: el Concierto para violín y orquesta (1963). Estrenado por Ruggiero Ricci y Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York para la inauguración de sus sesiones en el Lincoln Center, se trata de un trabajo de enorme riqueza imaginativa y múltiples recursos expresivos, profundo, intenso, de escritura virtuosa para el solista.


En este cometido, el mejicano Pablo Diemecke desplegó por cierto una excelente faena. Con un “slancio” inclaudicable, atravesó con energía y fluidez trémolos y “glissandi”, saltos interválicos, “ostinati” contundentes, y lo hizo siempre con metal limpio y homogéneo, terso, de ataques certeros e impecable “legato”, cualidades puestas de manifiesto con elocuencia ya desde la extensa y abstracta cadencia inicial.


”Estancia”
Obra de suaves, meditativas conjugaciones armónicas, en la segunda sección las Variaciones Concertantes (1953) sirvieron para demostrar la calidad de los primeros atriles de la Filarmónica (cello, contrabajo, arpa, violín). Sin utilizar batuta, como es su costumbre, el maestro Diemecke brindó una traducción de sus doce números definida (salvo en el vibrante rondó final) por la serenidad de sus climas, oníricos, sugerentes, de acabada y transparente interrelación de planos.


En el cierre, las Danzas del Ballet “Estancia” (1941), piezas arduas debido a su brillante orquestación y su complejidad métrica, fueron vertidas con remarcable ajuste y notoria claridad expositiva. Cromáticas (“Los trabajadores agrícolas”), de comunicativo melodismo (“Danza del trigo”), vivaces (“Los peones de hacienda”), todo culminó con el célebre Malambo, con sus contagiosos destellos luminosos y su frenesí de giros multicolores.


Calificación: muy bueno