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 “Don Carlo” por el elenco nacional

 

Buenos desempeños vocales

 

Teatro Colón

Domingo 27 de Septiembre de 2015

 

Escribe: Andrés Hine

Fotos: Prensa Teatro Colón - A. Colombaroli y M. Parpagnoli

 

 

Don Carlo, ópera en cuatro actos
Música: Giuseppe Verdi
Texto de Joseph Mery y Camille du Locle, en versión italiana de Achille de Lauzière y Angelo Zanardini
Dirección musical: Ira Levin
Elenco:

- Don Carlos, Gustavo López Manzitti (tenor)

- Rodrigo, Marqués de Posa, Alejandro Meerapfel(barítono)

- Isabel de Valois, Haydée Dabusti (soprano)

- Princesa Éboli, Maria Luján Mirabelli (mezzosoprano)

- Felipe II, Lucas Debevec Mayer (bajo)

- El gran inquisidor, Emiliano Bulacios (bajo)

- Un monje: Carlos Esquivel (barítono)

- Tebaldo, Rocío Giordano (soprano)

- El Conde de Lerma, Ivan Mayer

- Un heraldo real, Darío Leoncini (tenor)

- Voz del cielo, Marisú Pavón (soprano)

 

Coro Estable del Teatro Colón. Director: Miguel Martínez

Orquesta Estable del Teatro Colón.

Director de orquesta: Ira Levin

Régie, escenografía y vestuario: Eugenio Zanetti

Iluminación: Eli Sirlin

                                                                                                                  

 Por varios años depués de su estreno en 1867 Don Carlos sufrió una desventaja - estaba escrita para Paris en la tradicón establecida por Meyerbeer. Con cinco actos resultaba demasiado larga para los gustos de otros públicos no parisinos. En 1883 elaboró una versión mas corta, en cuatro actos, deshaciéndose del ballet y la mayoría del primer acto, conocido como 'cuadro de Fontainebleau'. Este tenía importantes elementos desde el punto de vista argumetal, los cuales se tuvieron que distribuir en los otros actos. Esta versión, en italiano, constituyó una de la dos funciones encabezadas por el elenco nacional que en general, realizó una buena labor.

 

Gustavo López Manzitti encaró el rol protagónico con valentía y acentos heroicos. Nunca exhibió fatiga y demostró tener los recursos vocales y actorales para el personaje.


Optima fue la actuación de Lucas Debevec Mayer quien  compuso un Felipe II autoritario y dolido al mismo tiempo. Su voz caudalosa y rotunda le confirió presencia vocal y escénica. Su aria “Ella giammai m’amó” transmitió el predicamento del rey y lo dejó expuesto.


Alejandro Meerapfel fue un Posa correcto quien, sin tener las condiciones de los grandes barítonos verdianos, se entregó al personaje con convicción.


Una de las revelaciones de la función fue el Gran Inquisidor de Emiliano Bulacios, con voz potente y sonidos oscuros. Confirió prestancia escénica a la figura tan polémica, exhibiendo notables virtudes canoras.


La Elisabetta de Valois de Haydée Dabusti fue refinada, tanto en su canto como en su actuación. Conmovió en sus dos arias “Non pianger mia compagna” y “Tu che le vanitá”, cantadas con tonos muy emotivos.


También fue muy buena la Eboli de María Luján Mirabelli quien brindó entrega personal a la vez que una voz potente que fue agradable en la “canción del Velo” y deslumbró en su “O don fatale”
En los roles de flanco, cabe destacar el Monje de Carlos Esquivel y el Tebaldo de Rocío Giordano. El resto del elenco realizó una labor encomiable.


De la misma manera, el Coro Estable bajo las órdenes de Miguel Martínez, se desempeñó con solvencia, destacándose en la escena del auto da fe.


La Orquesta Estable bajo la batuta de Ira Levin se condujo con brío, nervio y tiempos ajustados.

 

La puesta de Zanetti tuvo aspectos positivos y otros cuestionables. Según un texto que se proyectó al comenzar la obra, el reino de Felipe II había entrado en un periodo de decadencia, lo cual es históricamente incorrecto. El vestuario, fastuoso y detallado, que no dejaba nada a la imaginación, contradecía este mensaje. A su vez ésto también era históricamente incorrecto porque la corte en esos tiempos era austera. Según Zanetti, la parte inferior de los vestidos mostraban características de descoloración que representaban la supuesta decadencia. Esto no era notorio desde la platea aunque estudiando las fotos se puede apreciar los cambios de tonos y diseños. Sin embargo debemos recordar que el Don Carlos de Verdi tampoco es históriamente correcto. El compositor lo presenta como un héroe y fiel amante, cuando en realidad era un psicópata, encarcelado por su padre que fallece a los 23 años sin recuperar su libertad.

 

La escenografía consistía en cuatro columnas fijas en los rincones del escenario, y otras cuatro distribuidas simétricamente sobre la circumferencia del disco giratorio. Los cambios de escena consistían en girar el disco parcialmente, con lo cual el Monasterio de Yuste, los jardines, la catedral de Valladolid y la prisión resultaban iguales - cuatro columnas sobre la circumferencia del disco. Para sugerir las diferencias descendian de las alturas diversos artefactos de gran escala - una mano con un corazón embutido en la muñeca, una sección de un huevo, una imagen de la pintura 'El jardín de las Delicias' de Hieronymus Bosch, un Cristo, un sahumerio en perpetua oscilación, unas rocas, etc. Supuestamente todo tenía su simbolismo, pero éste no era siempre evidente. La iluminación a cargo de Eli Sirlin cumplió con su cometido.

 

En conclusión, una versión de características mixtas. Lo mejor fueron los cantantes del elenco argentino.

 

 

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