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Con Nelson Goerner, Chmura y la Sinfónica Nacional


PROKOFIEV Y RACHMANINOV EN UN SÓLIDO CONCIERTO

 

La Ballena Azul

Miércoles 2 de Septiembre de 2015

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 


Rachmaninov: Concierto Nº 2, para piano y orquesta, en do mayor, opus 18

Prokofiev: Sinfonía Nº 5, en si bemol mayor, opus 100.

 

Nelson Goerner, piano

Orquesta Sinfónica Nacional (Daniel Chmura).

 

 

Fue una velada fuera de lo habitual por más de un motivo. Pero en el balance final, pa-reció decididamente positiva. Con la batuta de Gabriel Chmura, la Sinfónica Nacional se presentó el miércoles en su nuevo Auditorio del ex Palacio de Correos y Telecomunicaciones, junto a Nelson Goerner, y reafirmando a través de una prueba severa la elevación paulatina de calidad sonora que viene experimentando en los últimos meses, ofreció un concierto lozano, de discurso compacto y atrayente rango.


Dos conceptos
Debe decirse desde ya que la ejecución del celebérrimo Concierto Nº 2, de Rachmaninov, sin duda una de las piezas capitales del género, mostró dos enfoques por cierto diferentes, evidentemente no uniformados a través de los ensayos previos. Por un lado, el maestro polaco expuso la obra como si fuera una soberbia sinfonía con teclado "obbligato". Sus trazos fueron de un melodismo envolvente y gran intensidad lírica, elocuentes, estilísticamente impecables. Sin embargo, desde su costado, Goerner adoptó una visión manifiestamente romántica (o si se quie-re pos-romántica), lo cual, sin perjuicio de su excelente pulsación (la progresión de los acordes iniciales fue para recordar), lo llevó a mostrarse en muchos momentos totalmente dominado por el empuje de la masa orquestal.


En los fragmentos en que se lo pudo escuchar con claridad, el pianista sampedrino, quizás necesitado de mayor vigor, lució exquisita plasticidad y claroscuros, ponderable flexibilidad de deslizamiento y lenguaje alado, además de cualidades que le permitieron encarar con solvencia las complejidades técnico-expresivas de la pieza. No obstante todo ello y frente a este panorama exponencialmente diverso (pero no confuso), el saldo, desde un punto de vista estético no ortodoxo, resultó incuestionablemente agradable al oído.


Prokofiev
En la segunda parte, y siempre con un público predispuesto a prorrumpir en gritos admirativos ante el menor silencio, la Nacional abordó la Quinta, la sinfonía más popular de Prokofiev, estrenada en Enero de 1945, esto es, en las vísperas de la culminación de la invasión que le permitió a la Unión Soviética quedarse con buena parte de Europa Occidental.


Cabe apuntar que Gabriel Chmura se mostró a lo largo de toda la jornada como un director digno de ser tenido en cuenta. Nervioso y muy seguro en sus gestos, absoluto dominador de las partituras a su cargo, y dueño de una musicalidad sin fisuras, adecuadamente trasmitida a los músicos, el conductor plasmó una traducción de muy alta categoría de este trabajo que según su autor "refleja la grandeza y libertad del espíritu humano".


Tal vez, el andante inicial se deslizó por carriles en los que prevaleció la grandilocuencia; pero el bellísimo "allegro marcato" y el "adagio" siguientes (con ese expresionismo paródico y genial, tan propio del compositor) lucieron interrelaciones tímbricas y métricas que fueron verdaderamente un modelo. Siempre con lenguaje de bien moldeado equilibrio, autoridad en el manejo de las gradaciones y estructuras bien perfiladas, nuestro visitante encaró asimismo estas páginas tan difundidas en su país con tensión uniforme y tiempos apropiados.


Calificación: muy bueno


Carlos Ernesto Ure