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Con Barenboim y su orquesta y un emotivo homenaje


MARTHA ARGERICH, UNA ARTISTA EXCEPCIONAL

 

Teatro Colón

Miércoles 29 de Julio de 2015

 

Escribe: Carlos Ernest Ure

 


Beethoven: Concierto Nº 2, para piano y orquesta, en si bemol mayor, opus 19;

Tchaikovski: Sinfonía Nº 4, en fa menor, opus 36.

 

Martha Argerich, piano

Orquesta West-Eastern Divan (Daniel Barenboim).

 

Martha Argerich se volvió a presentar el miércoles, en el Colón, y su actuación, estelar, de nivel francamente excepcional, la mostró nuevamente como una de las más grandes pianistas del mundo del último medio siglo. Dotada de una intuición musical prodigiosa, ciento por ciento segura e infalible en su discurso, la discípula de Vicente Scaramuzza y Friedrich Gulda impresionó también debido a la finísima tersura de sus pulsaciones y su lenguaje y su armonioso deslizamiento sobre el teclado.

 

Beethoven
La velada se inició con el Segundo Concierto, de Beethoven, que no es por cierto uno de los tres más importantes del autor de la Novena, subestimado por el propio compositor y tildado exageradamente de mera decoración mozartiana por muchos musicólogos.

 

Conducida por Daniel Barenboim, la Orquesta West-Eastern Divan se circunscribió por su lado a acompañar a la solista, sin pretensiones mayores. Pero nuestra compatriota, soslayando su perfección técnica de base (lo que resulta ocioso remarcar), lució una fluidez de toque decididamente admirable: en todas las gradaciones y todas las intensidades, Martha Argerich exhibió digitación tan refinada como impecable, de exquisita naturalidad en sus escalas, cadencias y amplios recorridos. Es cierto que la ejecución pareció más grácil que académica y que el "adagio" acreditó excesivo sello romántico. Pero sus pianíssimos, llevados al límite, se oyeron magníficos, la exposición con alto y diáfano vuelo, al tiempo que las acentuaciones del rondó relucieron con contagiosa energía, todo a lo largo de un arco dinámico de exquisita categoría.

Pía Sebastiani

Al cabo de la creación beethoveniana, y en un pasaje sumamente emotivo, ambos artistas dijeron que deseaban rendir homenaje a Pía Sebastiani (su hija estaba en la sala), una de las más relevantes personalidades de nuestra vida musical, cuyo sepelio había tenido lugar ese mediodía, y vertieron en su memoria el "Bailecito", de Carlos Guastavino, pieza tocada en dúo de pianos con esbelto y hondo, muy doliente sentimiento.

 

Para finalizar, la Orquesta abordó la Cuarta, de Tchaikovski. Conviene dejar perfectamente en claro que la West-Eastern Divan es una agrupación juvenil, disciplinada, plena de entusiasmo y aplicación, que no trasciende un rango meramente correcto. Sin perjuicio de un timbalista de llamativa eficacia y de una cuerda grave intensa, los bronces son restallantes, las maderas y la articulación global débil, los trozos de conjunto demasiados densos, los unísonos de la cuerda alta cuestionables. Fue por ello doblemente meritorio el esfuerzo del maestro Barenboim, quien con pasión y fraseo de atildado estilo, consiguió alcanzar una traducción de esmerada dinámica, envolvente en la "canzona" y con episódicas tensiones en su contexto general.

 

Calificación: excelente/bueno

 

Carlos Ernesto Ure