“L’elisir D´amore en el Teatro Colón"
Teatro Colón
Función Extraordinaria (elenco Argentino)
Sábado 9 de Mayo de 2015
Escribe: Eduardo Balestena
Fotos: Arnaldo Colombaroli - Teatro Colón
“L’elisir d’amore”,ópera en dos actos.
Libreto:Felice Romani .
Música: Gaetano Donizetti (1797-1848).
 
      Dirección musical: Francesco Ciampa
    Elenco:
- Adina: Paula Almenares (soprano)
- Nemorino: Santiago Bürgi (tenor)
- Belcore: Omar Carrión (barítono)
- Dulcamara: Lucas Debevec Mayer (bajo/barítono)
- Giannetta: Victoria Gaeta (soprano)
      Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón,
      Director de coro: Miguel Martínez
      Puesta en escena: Sergio Renán
Son varios –y algo azarosos- los factores que hacen del L´elisir d´amore lo que es. El libreto de Felice Romani, -que tomó el tema de la comedia Le piltre, con libreto de Eugene Scribe, basado a su vez en Il filtro, de Silvio Malaperta- brinda a la música de Donizetti un marco a la vez que un abanico de posibilidades. Otro es la vertiginosa gestación en trece días para satisfacer el encargo del empresario Alessandro Lanari, del Teatro della Canobbiana de Milán, a quien no le sería cumplido el encargo de una obra que debía poner en escena. Una fórmula probada y una circunstancia urgente parecen haber influido en concisión y la necesidad de ideas también concisas y eficaces a las que la inspiración supo servir. El resultado es una maquinaria precisa, rápida, directa donde no hay nada superfluo.
  Más allá de estos elementos la obra  asume un sentido diferente de lo bufo que rompe con las convenciones y la linealidad para mostrar –y basar su  musicalidad en ello- a personajes capaces de experimentar sentimientos  profundos, conmoverse y cambiar, todo ello desplegado en una bella gama de  medios musicales.
  Gracilidad;  sentido del todo; liviandad y gracia en los movimientos así como en el  fraseo  y control de líneas de canto  siempre exigidas son algunos de sus requerimientos.
  Las voces
  Paula  Almenares, reconocida soprano de una ya extensa carrera mostró, en el rol de  Adina, su dominio en todo el rango de su tesitura, con una proyección y una  claridad perfectas, ya desde la inicial Benedette  queste carte…della crudele Isotta en una línea que requiere un sentido del  balance, un centro de una voz destinada a permanentes pasajes ascendentes o  descendentes y que debe estar siempre compenetrada con una acción que en lo  actoral la mostró –en su belleza y presencia físicas-  dentro del buen gusto de una actuación que  nunca distrajo la atención del rico aspecto vocal.  
  Santiago  Burgi compuso a un Nemorino absolutamente convincente en lo actoral, sin rasgos  maniqueos ni sobreactuación, con gracia y buen gusto y mostró una técnica  precisa en un rol de grandes exigencias expresivas. Justeza, ductilidad,  matices y fraseo primaron sobre el brillo y un volumen que no hizo siempre  audible a su línea de canto, por momentos –aquellos en que interviene la  orquesta en forte- algo eclipsada.
  Omar Carrión, un barítono experimentado,  con gran sentido de la musicalidad y de las articulaciones de un fraseo siempre  claro, perfectamente franco y fluido –como en Como Paride vezzoso , con una técnica que le permitió llevar  adelante sin esfuerzo esos pasajes de verdadero staccato (como en Tran, tran.  In guerra ed in amor ) y una enorme solvencia teatral compuso a un Belcore  con la gracia y los rasgos propios del personaje. También en su caso, aunque en  menor grado, la belleza de su voz, sus matices, y recursos primó por sobre su  volumen.
  Si bien en algunos registros el personaje  de Dulcamara no suele contrastar sobre el resto sino ser simplemente el motor  de la historia éste no fue el caso de Lucas   Debevec Mayer. Su potencia vocal, el manejo de los matices, la efectividad  de su línea de canto y su dominio de la escena   marcaron una presencia muy destacada y gravitante en toda la obra. Le  aportaron a este personaje un elemento diferente, inesperado y espontáneo. El  bajo/barítono desplegó una sorprendente gama de recursos, vocales y actorales.
  María  Victoria Gaeta, como Gianneta mostró en todo momento un timbre claro,  controlado, de matices, con un control técnico también absoluto: en ningún  momento pareció exigida y brindó siempre la mayor expresividad.
  En cuanto  al coro, una vez más acreditó su ya probada solvencia: en la belleza de un  conjunto siempre controlado, homogéneo, que en las gradaciones es capaz de  observar los mismos matices en todas las voces. El Sarai possibile, con María Victoria Gaeta fue una prueba de ello,  no sólo en la perfección de la línea y en la musicalidad del conjunto sino  también en su desplazamiento en la escena, otro de los elementos en que el coro  destacó: su juego escénico en un paisaje siempre vivo.
  La  puesta
  La realización de Sergio Renán ubicó a  la acción en los años 50, con el aporte de proyecciones sobre el paisaje de  fondo que marcaban el paso de autos, camiones y hasta de un avión de  publicidad, además de desdoblar la subjetividad de los personajes y mostrarlos  –sobre el fondo de la escena-  como ellos  se imaginan ser. Ello no resulta del todo congruente con la ingenuidad de una  historia campesina puesta en un medio rural-fabril,  y agrega a la historia imágenes ajenas a  ella. 
  En lugar de la clásica calle de pueblo,  con sus casas en desnivel, el espacio escénico fue concebido en tres grandes  ámbitos, dos de los cuales –en el segundo acto- cambian girando. Con ello la  obra gana en dinamismo y el acierto en el uso de los niveles –particularmente  en la primera secuencia del segundo acto- le confiere un gran atractivo visual  a la vez que sirve a la convención teatral: en efecto, en solo espacio resulta menos  creíble que si el pueblo está festejando e un banquete se retire para que pueda  tener lugar el  dúo de Belcore y  Nemorino, en cambio, el pueblo se retiraba a una posada que podía ser  entrevista en su movimiento y sus luces. A este efecto aportó la precisión de  los movimientos en la escena, con la presencia de figurantes que los hacían más  naturales. El resultado fue una ganancia visual y un clima diferente.
  Dirección  Musical
  En una intervención donde el  acompañamiento debe ser siempre justo, en rápidos y coloridos pasajes, en un  sentido de la frase musical, la actuación de la Orquesta Estable no tuvo  desajustes ni sobresaltos y le confirió a la obra toda su gracia.
  El maestro Ciampia estuvo siempre atento  a lo que pasaba en escena, sus marcaciones fueron claras tanto en los cantantes  y el coro como en la orquesta.
  Fue una producción con hallazgos  interesantes, y lograda en lo teatral, con   un sentido del conjunto y voces que destacaron especialmente.  
  
Eduardo Balestena
  http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com



