Las sinfonías de Ludwig van Beethoven en el Teatro Colón
UnaÚltimo concierto del abono Beethoven
Teatro Colón
Domingo 8 de Marzo de 2015
Escribe: Eduardo Balestena
Beethoven: Sinfonía Nº 9 en Re menor, opus 125 ”Coral”.
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
      Director: Maestro Enrique Arturo Diemecke
      Solistas: Mónica Ferracani (soprano); Alejandra Malvino  (mezzosoprano); Enrique Folger (tenor); Hernán Iturralde (bajo-barítono)
      Coro estable del Teatro Colón, dirigido por el maestro  Miguel Martínez
    
Indudablemente ha sido un tour de force llevar adelante un ciclo completo de las nueve sinfonías de Ludwig van Beethoven en cinco conciertos: 3 de marzo (sinfonías 1ra. y 3ra.); 4 de marzo (2da y 5ta); 5 de marzo (4ta. y 6ta.); 6 de marzo (8va. y 7ma.) y 8 de marzo, con la Sinfonía nro. 9, opus 125, en re menor, coral, máxime considerando el nutrido cronograma de ensayos generales durante esa misma semana.
  Si bien las sinfonías impares suelen  tenerse por las más significativas desde el punto de vista musical –por la  dialéctica de oposición con que están construidas- las pares no ahorran  dificultades en secciones como la cuerda o las maderas –por ejemplo en la 4ta.-  y enfrentarse a este corpus gigantesco en una semana da una idea –muy somera-  del trabajo que de todos quienes llevaron adelante semejante realización.
  Una  obra de culminación y de apertura
  El maestro Diemecke la presentó, antes  de comenzar, como una suma en la que el compositor nos lleva desde lo más sutil  e introspectivo al estallido de alegría que la oda de Schiller significa.
  En el completo análisis de la obra del  maestro Horacio Lanci (que sigo al abordar el cuarto movimiento en este comentario)  este excelente músico y analista afirmaba, en la serie de programas que le  dedicó en Un viaje al interior de la  música, que en 1823 Beethoven pensaba en un final instrumental, con  material que luego usaría en el último movimiento de su cuarteto en la menor;  pero en 1818 había pensado en un final en modo antiguo (como lo es el segundo  tema del cuarto movimiento) donde se introdujera la voz humana; por otra parte,  desde muy joven quería poner música a la oda a la alegría de Schiller (obra de  la cual utilizó 9 de los 24 versos, alterando su orden según las necesidades  puramente musicales).
  El primer movimiento Allegro ma non troppo, un poco maestoso- una  compleja forma sonata ampliada, fue abordado, en esta interpretación, en un  tempo lento. Ello implica en el final de las frases un sentido pesado y conclusivo  antes que una continuidad del discurso en una sucesión compacta y sin fisuras,  continua y rápida. Pierde en ello, belleza sonora y fluidez en las  articulaciones en las que se aprecia –al menos en las versiones más apegadas a  la interpretación histórica- cambios de intensidad en el curso del desarrollo  de una misma  frases. De complejo diseño,  es una página intrincada, con requerimientos de claridad –por ejemplo en la  célula que pasa de flautas a clarinete y fagot en el curso de un crescendo de  las cuerdas- que, a diferencia de esta interpretación, no son fáciles de  apreciar en la discografía no historicista.
  Diferente fue el resultado en el segundo  movimiento Scherzo molto vivace, una  cerrada forma rondó con trío, con secciones fugadas en la cuerda –que interviene por secciones- y exigentes pasajes en grupos como el  de las maderas, que discurrió con total claridad.
  El tercer movimiento, Adagio un poco cantábile es un tema con  variaciones que sin embargo presenta sobre esa forma varias innovaciones: una  es la superposición (en maderas y cuerdas) en una polirritmia vertical de dos  variaciones: la cuarta (en la cuerda, con ornamentaciones) y el tema inicial  pero a su vez variado en las maderas y con un tempo más lento. También  sumamente bella es la tercera, de maderas y metales. Con una intensidad  dinámica estable, sin mayores acentuaciones, hubo sin embargo un fraseo muy  claro, fluido y definido. Otra de las innovaciones que plantea formalmente es  la introducción de un episodio ajeno temáticamente y el final en un acorde en  si bemol “que parece suspendido en el espacio”, señala el maestro Lanci  constituye el primer elemento formal del desarrollo que sigue.
  Este clima de expectación es  violentamente roto por un fortísimo de maderas, metales y percusión que  introduce un fuerte rechazo a los elementos musicales anteriores y está signado  por la aparición de un recitativo de cellos y bajos que utiliza el mismo elemento  musical de la posterior intervención del bajo solista. 
  El recitativo se repite tras la breve  cita del comienzo de cada uno de los movimientos, hasta la aparición del re mayor en que el tema de la alegría  finalmente será presentado por cellos y bajos, para sumarse luego violas y  fagot, a los que se agregan violines; finalmente el tema pasa a toda la  orquesta.
  Una  obra cumbre
  Es una obra de grandes demandas: el coro  –a lo largo de las sucesivas variaciones del tema de la alegría- llega a  tesituras altas que debe sostener durante largo tiempo. Sólo por citar un par  de ejemplos, como –en la tercera variación- un súbito acorde en fa mayor,  dentro del  la mayor del fragmento (“ante  Dios”, al ser pronunciado por tercera vez), da la sensación de una aparición y;  en el segundo tema –que toma la 7ma. Estrofa de la oda de Schiller (“abrazaos  millones…hermanos, por encima del cielo estrellado debe habitar/ es necesario  que habite un padre bondadoso…adivinas mundo al creador, búscalo por encima de  la bóveda estrellada”) que aparece luego de la serie de seis variaciones: las  voces suben, grado por grado, en un contexto musical donde el simbolismo es muy  preciso, en una atmosfera modal antigua. Es uno de los tantos fragmentos donde  se evidencia la exigencia vocal, técnica y expresivamente.
  A Hernán Iturralde, bajo barítono, le  cupo la primera y una de las más intensas intervenciones, aquella en que una  voz humana surge por primera vez en una sinfonía. Cantante de una vasta  experiencia operística, formado en Alemania y que participo en numerosas  operas, lo hizo con una eficaz proyección, claridad y a la vez de manera dúctil  y flexible. La soprano Mónica Ferracani, de tan destacada actuación  recientemente en Madama Butterfly brindo su musicalidad a una cuerda muy exigida en la intensidad y en el  registro. 
Alejandra Malvino, la mezzosoprano que intervino en obras como Cavalleria Rusticana en el Teatro Argentino de La Plata; o El oro del Rin, como Fricka brindo su timbre brillante, de perfecta proyección y de gran armonía en el grupo solista. Al tenor Enrique Folker –de una amplia y destacada actuación, que incluye obras como el Requiem de Guerra, de Benjamin Britten, o Madama Butterfly le cupo cumplir su papel en el cuarteto solista y llevar adelante un momento tan significatico vomo el alla marcia (la sexta variación del tema de la alegría) que cumplió con justeza y expresividad.
  Compleja y extensa, en la cual la voz  humana es tratada más en términos instrumentales que vocales  (lo que habla de la dificultad  interpretativa) la sinfonía constituye el fin de un ciclo y comienzo de una  nueva frontera musical; se trata de una creación de gran sutileza en su  orquestación –por ejemplo las polifonías de las maderas o simbolismos como “os  posternais millones” en que las voces descienden, pasajes de bravura para la  cuerda, en las rapidísimas frases en una de las variaciones del tema de la  alegría que lleva adelante el coro, hubo una versión absolutamente clara y  trabajada acorde a los criterios con los que la discografía tradicional la  aborda.
  La Orquesta Filarmónica, el Coro Estable,  sus preparadores, sus directores destacaron en un trabajo  profundo (el único desajuste, luego de la  primera intervención del bajo solista, fue salvado con gran solvencia) en una  de las obras más caras del repertorio de la música universal. 
Eduardo Balestena
  http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com


