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La Filarmónica, con la Quinta de Shostakovich y el Concierto de Benzecry


MAXIMIANO VALDÉS, MAESTRO DE ALTO VUELO

 

Teatro Colón

Jueves 16 de Octubre de 2014

 

Escribe: Carlos Ure


Sibelius: Canción de Primavera, opus 16

Benzecry: Concierto para violín

Shostakovich: Sinfonía Nº 5, en re menor, opus 47.

 

Xavier Inchausti, violín

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Maximiano Valdés).


El 21 de Noviembre de 1937 reinaba una cortante expectativa en la sala de conciertos de la Filarmónica de Leningrado. Dmitri Shostakovich, criticado por el régimen stalinista debido a su falta de creatividad revolucionaria y popular, afrontaba entonces un paso decisivo, que podía llevarlo a la oscuridad definitiva o a la prosecución de una carrera trascendente. Previamente y en una suerte de angustioso "mea culpa", el compositor petersburgués había pedido públicamente disculpas por la comisión de "errores artísticos". Todo ello hizo que "lo mejor y lo peor del mundo cultural soviético", según palabras del propio músico, estuviera ese día en el recinto. Escrita en tres meses, en ese atormentado contexto y conducida por Yevgeny Mravinsky, la Quinta Sinfonía gustó, y le cayó bien incluso a las autoridades. Y a partir de ese momento se convirtió en uno de los trabajos de mayor potencia y difusión de todo el repertorio ruso, liberando por cierto a su autor de cualquier traza persecutoria oficial.


Maestro de relieve
En el marco de su ciclo de abono, la Filarmónica de Buenos Aires encaró este jueves en el Colón la magnífica obra de Shostakovich, bajo la conducción de Maximiano Valdés. Los resultados, se lo debe decir, fueron de inusual excelencia, no sólo en lo que hace al rendimiento parejo, ostensiblemente aplicado y ajustado de la orquesta, sino también en cuanto tuvo a su frente a un director que la llevó siempre con pleno dominio de su "métier", seguridad y absoluto control.


En efecto; con un manejo magistral de las gradaciones, la versión del maestro chileno (residente tantos años en Europa y Estados Unidos) se distinguió por la soberbia elaboración de claroscuros plenos de fluidez, sus búsquedas cromáticas, y también por el equilibrio de planos y la transparencia de todas las familias en un entramado de impecable ensamble. Cabe añadir a ello una visión lírica penetrante, tensa, de reflejos netamente expresionistas, y como dominante una sobria e intensa pasión, para aquilatar una ejecución concisa y expresiva, espléndida en sus descarnados climas y sugestiones, la tersura exquisita de la cuerda alta, su diáfano fraseo.


Esteban Benzecry
En la primera porción de la velada y en carácter de estreno local se había escuchado la agradable y sólidamente esbelta "Canción de la Primavera" (1903), de Jan Sibelius, el líder de la escuela nacionalista finlandesa. Luego le tocó el turno al Concierto para violín (2009), de Esteban Benzecry. Pieza algo extensa, de atrayentes combinaciones tímbricas, apuntes polirítmicos y absoluta libertad formal, tonal y métrica, se trata de un trabajo desde ya inspirado, de rica e imaginativa orquestación (una variada batería de percusión, bronces con sordina), en el que esquemas sonoros celulares se interrelacionan con mayor o menor longitud plasmando un discurso original y comunicativo (el segundo movimiento revela ensoñaciones, el último imágenes fantasmagóricas, el primero depurados escarceos homófonos).


El excelente violinista bahiense Xavier Inchausti (24 años), muy comunicativo y sedoso en la zona central, se desempeñó como solista, y su labor, plagada de abruptos saltos interválicos, briosos "staccati", escalas difíciles y giros antitradicionales, volvió a mostrarlo como instrumentista absolutamente firme y afinado, con notas de tañido redondo, amplia destreza técnica y arco vibrante.


Carlos Ernesto Ure