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En el Colón y con negativo marco visual

 

 

“FALSTAFF”, CON UN FORMIDABLE PROTAGONISTA

 

Teatro Colón

Martes 16 de Septiembre de 2014

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

Fotos: Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli

 

 

 

“Falstaff”, comedia lírica en tres actos, con libro de Arrigo Boito, y música de Giuseppe Verdi.

Con Ambrogio Maestri, Barbara Frittoli, Fabián Veloz, Paula Almerares, Elisabetta Fiorillo, Emanuele D’Aguanno, Guadalupe Barrientos, Sergio Spina, Juan Borja y Gustavo Gibert.

Vestuario de Aníbal Lápiz

Iluminación y escenografía de Juan Carlos Greco

“Régie” de Arturo Gama.

 

Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Roberto Paternostro).  

 

          Dijimos en más de una ocasión que Ambrogio Maestri era ya desde hace varios años el Falstaff de mayor relieve en el escenario internacional, y el Colón tuvo ahora el buen tino de traerlo para la nueva producción de la ópera de Verdi que se presentó el martes, en quinta función de gran abono de la temporada lírica oficial.  

    
             El barítono paviano, en su debut en nuestro medio, acreditó en efecto registro entero y potente, absolutamente homogéneo, bien desplegado en todas sus facetas, y además de ello, clara articulación y un dominio absoluto de su personaje. Fue la suya, verdaderamente, una actuación para recordar, vocal y teatralmente pletórica de convicción y de matices, todo desenvuelto en un arco de emisión ejemplarmente neta y franca, notable facilidad de agudo e inflexiones enraizadas en la más pura tradición italiana.


El resto del elenco vocal
En lo que hace a los demás integrantes del reparto, cabe apuntar que la soprano platense Paula Almerares (Nannetta) lució un metal cálido y aterciopelado, de exquisitas líneas (“Sul fil d’un soffio etesio”) y un la bemol agudo bellamente sostenido (“come fa la luna”). La mezzo Guadalupe Barrientos (Meg) mostró a su vez voz sólida, muy bien armada, mientras que la contralto Elisabetta Fiorillo (Quickly) expuso nuevamente magnífico color e intención. Por su lado, la labor de la reconocida cantante milanesa Barbara Frittoli (Alice) pareció en general irreprochable, sin ir mucho más allá de esto debido a una suerte de retraimiento notorio de su órgano de fonación.


En el sector masculino, el tenor italiano Emanuele D’Aguanno (Fenton), luego de un comienzo un tanto inseguro, hizo oír notas de terso y seguro espectro y finalmente Sergio Spina (Cajus) y Gustavo Gibert (Pistola) acreditaron brillo y gallardía. En cuanto al barítono Fabián Veloz (Ford), dio la impresión de no estar todavía maduro para asumir una parte que requiere una voz enérgica,  genuinamente dramática: su fraseo fue pobre, su centro y agudos se escucharon destimbrados, con incomodidades incluso producto de cierto engolamiento.


La parte escénica
El marco visual constituyó un costado sensiblemente negativo de la representación. Tanto la escenografía como la iluminación, a cargo de un compatriota capacitado, como es Juan Carlos Greco, exhibieron inexplicable heterogeneidad estética, y además de ellos, no fueron particularmente bonitas. De la “régie”, perteneciente al bailarín mejicano Arturo Gama, salvo algunas innovaciones pueriles y poco logradas, puede señalarse que alcanzó nivel meramente correcto, con algún interrogante en el final, en el que todos quienes están en el tinglado cambian sus trajes por ropa de calle. El teatro, en definitiva, ¿no se basa, en esencia, en las convenciones? Sólo el vestuario diseñado por ese excelente figurinista que es Aníbal Lápiz se vio adecuado, ceñido a la trama, pulcro en sus formas y  concepción. 


Preparado por Miguel Martínez, el Coro Estable cumplió una vez más una tarea sobresaliente en materia de ajuste y armonía de empastes, al tiempo que la Orquesta de la casa se manejó con algunos altibajos. En el podio estuvo el austríaco Roberto Paternostro, quien brindó una traducción de la que ha sido considerada la obra maestra de Verdi de fraseo plano, tendencia excesivamente lírica y fundamentalmente, carente de acentuaciones y de la mínima tensión dinámica. Fue manifiesto que acostumbrado a dirigir lo que le pongan entre manos, el maestro se limitó a seguir con pulcritud las indicaciones de la partitura, sin aspirar a nada más que eso (hubo variados desencuentros con el palco escénico y aun dentro del foso, y faltó esencialmente una matriz interpretativa estilístico-musical para los cantantes).

                                                                            Carlos Ernesto Ure

Falstaff1

Foto: Arnaldo Colombaroli

 

Falstaff2

Foto: Arnaldo Colombaroli

 

 

Falstaff5

Foto: Máximo Parpagnoli