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Teatro Colón

UN NUEVO CONCIERTO DE LA FILARMÓNICA

 

Teatro Colón

Jueves 3 de Abril de 2014

 

Escribe: Carlos Ure

 

 

Rachmaninov-Levin: Cuatro piezas para orquesta;

Mozart: Concierto Nº 4 para piano y orquesta, en mi bemol mayor, K 449;

Dvorák: Sinfonía Nº 7, en re menor, opus 70.

 

Ira Levin, piano y dirección (Orquesta Filarmónica de Buenos Aires).

 

El Colón presenta a Ira Levin como “músico versátil” (de lo que no pueden caber dudas). Pero al margen de ello, lo cierto es que las autoridades de esa sala parecen tener una especial predilección por el maestro de Chicago, quien en el curso de esta semana subirá al podio el martes, el jueves, el viernes y el domingo, tocó el piano, estrenó una obra formulada por él mismo y como si todo esto fuera poco, eligió el nuevo Steinway, de Hamburgo, que el teatro presentó en la última sesión, tercera de abono, de la Filarmónica de Buenos Aires.

 

Mecanismo correcto

 

Seguida como es habitual por numeroso público la velada se inició con un trabajo de relativo interés, que Levin elaboró sobre cuatro páginas pianísticas de Serguei Rachmaninov. Cabe apuntar que con excepción del Ave María (“Vesper”), gratamente desplegado por la cuerda con sordina, el resto se mostró con sus más y sus menos insulso o con una trepidación y un grosor que habrían de marcar en realidad la impronta de toda la jornada.

 

Luego, el primero de los Grandes Conciertos Vieneses, de Mozart, fue abordado por la orquesta con una lineal displicencia, al tiempo que el propio Levin se manejó en el teclado con un intrascendente y “desangelado” mecanicismo, de paso, no siempre infalible (la “Tarantela”, de Liszt, que vertió solo a continuación, fue de mejor efecto).

 

¿Quién es quién?

 

La espléndida Séptima Sinfonía, de Dvorák, en la que se han querido ver influencias de Wagner y de Brahms, cerró la función con una traducción de ímpetu incoercible, despojada de toda intención de fraseo, por momentos aturdidora (bronces y timbales) y con acordes y articulación muy densos. Sin pausas ni reflexión, la exposición pareció confusa y deshilvanada, con bruscos contrastes de sonoridad. Es cierto que la Filarmónica no se encuentra en su mejor momento, y ello fue notorio. Pero el gran interrogante es: ¿la agrupación no pudo plasmar un resultado mejor debido a su conductor, o el director no consiguió alcanzar logros más valiosos por culpa de la orquesta?