Nuova Harmonia: "Interpreti Veneziani"
UNA LECCIÓN DE ESTILO BARROCO
Teatro Coliseo
Jueves 17 de Octubre de 2013
Escribe: Carlos Ure (La Prensa)
Corelli: Concerto Grosso en re mayor, opus 6 Nº 4
Vivaldi:
- Concierto en la menor, RV 523
- Concierto en la menor de “La Cetra”, opus 9 Nº 5
- Concierto en sol menor de "L'Estro Armonico", opus 3 Nº 2
Marais: "Les Folies d'Espagne"
Merula: Chacona
Haendel-Halvorsen: Passacaglia
Sarasate: Introducción y Tarantela, opus 43.
Fue realmente de alto nivel el concierto que “Interpreti Veneziani” ofreció el jueves en el Coliseo. Es que a favor de una escuela barroca de muy depurado estilo, de un sentido del ensamble propio de los conjuntos camarísticos de otros siglos y de un virtuosismo impecable en todos y cada uno, la agrupación de la ciudad del Lido plasmó en séptima función de abono de Nuova Harmonia una velada de acabada calidad en materia técnica y estética.
      Vivaldi
      Ya desde el  inicio se pudieron apreciar los rasgos distintivos de este conjunto de cuerdas  integrado por nueve instrumentistas varones, formado en 1987. Armonía global,  alquímico equilibrio de planos, correcta expansión, fueron algunos de los atributos  del grupo visitante, que aunados a un despliegue de claroscuros dinámicos,  acentuaciones de natural precisión y un fraseo  de la mejor tradición, contribuyeron al logro  de versiones vivaldianas que se constituyeron en verdaderos modelos  interpretativos. 
      La sesión se  había iniciado con un Concerto Grosso, de Arcangelo Corelli, vertido con  esmerada afinación y buena sonoridad (aunque el clave se oyó, como en toda la  noche, excesivamente tenue); luego, el Concierto para dos violines (Ryom 523),  de Antonio Vivaldi, en el que el concertino Paolo Ciociola exhibió un arco de  magnífica destreza, alcanzó especialmente exquisita luminosidad en sus  arabescos, legato y tensión rítmica. 
      Sarasate
      Una pieza de  Marin Marais, original para viola da gamba, mostró más tarde la elocuencia y  diseños netos del cellista Davide Amadio (de límpido pizzicato), mientras que  la breve Chacona, de Tarquinio Merula, fue objeto de una traducción de  entramado delicado, en la que destacó la solidez del continuo
      Ya en el  final, un trabajo de Haendel, desdibujado por el noruego Johann Halvorsen, fue  sucedido por la Introducción y Tarantela, de Pablo de Sarasate, oportunidad en  la que el organismo itálico, siempre con musicalidad unitaria y respiraciones  milimétricamente compartidas, cumplió una labor brillante. Nicola Granillo sorteó  con gallardía las diabólicas dificultades de esta obra del compositor vasco, y  con meritoria agilidad, afinación y homogeneidad abordó los arduos saltos  interválicos y los trozos velocísimos y poblados de notas de quien fuera uno de  los más grandes violinistas del Siglo XIX.
Carlos Ernesto Ure

