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Semana en Bariloche que facilita la asistencia de jóvenes melómanos de la zona

 

 

Semana Musical en Llao Llao

3 al 11 de Noviembre de 2012

Escribe: Juan Carlos Montero

 


La  Semana Musical en el Llao-Llao de Bariloche, un encuentro entre el arte y la naturaleza,  caracterizado desde su primera edición por la eclecticidad  de los programas y por la alta calidad de  los interpretes invitados, se inició con una muy sobria actuación del Cuarteto de cuerdas Buenos Aires, conformado por Haydée Francia y Grece Medina (violines), Marcela Magin (viola) y Edgardo Zolhoffer (violonchelo), a quienes se sumó el violista Julio Domínguez, integrándose para ofrecer el valioso Quinteto Nº 3, K 516, de Mozart, en una entrega que resultó acertada desde el punto de vista estilístico.


En la segunda parte, el cuarteto ofreció una muy buena versión del Op 10 de  Debussy, tan delicado como complejo, merecedor de aprobación generalizada del publico que, como en años anteriores, estuvo integrado por los abonados tradicionales de la Semana Musical, y por un público residente en Bariloche y zonas aledañas cada año más entusiasta de la música y participativo, evidencia clara  de la importancia que conlleva su realización, justamente en el momento de celebrar exitosos veinte años de música.


No menos valioso resultó el primer concierto del ciclo dedicado a jóvenes intérpretes que se ofrece cada año al mediodía con entrada libre, y que es otro aporte vital para las más altas expresiones de la música, en razón de darle oportunidad a los recientes y ya formados músicos a que avancen en su carrera midiéndose frente a un publico melómano. Esta vez se conocieron a dos pianistas; Fernando Palomeque en la primera parte y a Leandro Jauregui en la segunda, quienes con buenos recursos y sin duda con  mucho estudio ofrecieron en muy buen nivel obras enjundiosas de Debussy, Liszt, Domenico Scarlatti, Mendelssohn, Osvaldo L. Fernández y de Alberto Ginastera.

                                 
En la misma jornada inaugural en la función nocturna, el Opus Trío, conformado por Freddy Varela Montero (violín), Stanimir Todorov (cello) y Paula Peluso  (piano), ratificaron de manera contundente haber conformado un conjunto de cámara  excepcional. De tanta calidad que bien podría, además de realizar giras internacionales, dejar una brillante contribución  educativa con la grabación de la música para tríos con piano e impulsar a compositores del mundo a enriquecer esa conformación instrumental El programa se integró con los tríos para piano y cuerdas Op 49 de Mendelssohn, el Nº1  Op 8 de Shostakovich, y el de Ravel en La menor, objeto de versiones ideales.


Asimismo se escuchó la voz matizada y la musicalidad de Soledad de la Rosa, en un programa íntegramente dedicado a obras de Antonio Vivaldi, ofrecidas con el apoyo del violinista Fabrizio Zanella al frente de un conjunto de cuerdas , en tanto que en el ciclo para jóvenes se apreció al trío con  Manuel Quiroga (violín), Paula Gelpi (piano) y Juan Manuel Castellanos (viola), que se lucieron con obras de Schubert, Wieniavski y Mozart, asi como también al Ensamble Estación Buenos Aires que dirige el violinista Rafael Gintoli, quien tuvo su punto de mayor compromiso como director del conjunto, al encarar en muy buen encuadre estilístico Las cuatro estaciones de  Vivaldi, que en el violín concertino obligado se desempeñó en brillante forma la italiana Francesca Dego de fogoso estilo e impecable técnica de ejecución. Por último, se escuchó  el concierto para piano y orquesta K. 449, de Mozart, otra de las numerosas cumbres para piano y orquesta del compositor, en la que sumó muy buen criterio musical el pianista argentino Luis Ascot, así como nuevamente Gintoli y el grupo instrumental.


En otra presentación del Ensamble Estación Buenos Aires con la dirección de  Gintoli, se apuntaló con experiencia a solistas notables como a Mariano Rey, aquí dictando una de sus habituales  clases de clarinete, al brillante trompetista Daniel Crespo,  y a la dúctil y segura pianista italiana  Francesca Leonardi, en especial cuando desgranaron a la perfección el complejo Concierto para piano, trompeta y orquesta de Shostakovich con posterioridad a una serie de pequeñas pero muy gratas partituras como la suite de la película homónima Debajo del mundo de José Luis Castiñeira de
Dios (1947), Contemplación y danza para clarinete y cuerdas de Astor Piazzolla y Aires tropicales de Paquito D´Rivera, en un arreglo de Luis Rossi.


Una noche de calidad fue concretado por la violinista Francesca Dego y la pianista Francesca Leonardi, la primera nacida en Lecco y la segunda en Milán, quienes conforman un dúo de gran jerarquía artística, como quedó ratificado (a ellas se las pudo apreciar en una anterior visita a Buenos Aires) con la versión de la famosa sonata Op 47,  A  Kreutzer, de Beethoven, acaso la mas celebre de las diez que legó el autor alemán, seguramente por la enorme cantidad de leyendas que se tejieron sobre ella o simplemente porque se aprecia a un creador apegado a las artes clásicas, pero con ramalazos de un lenguaje musical de sello romántico, próximo a generalizarse. Asimismo, en la segunda parte, ambas intérpretes coincidieron en una lectura impecable de la sonata para violin y piano de Claude Debussy y en los tres Caprichos de Paganini, en la visión de  Karol Szymanowski (1882-1937), obra que según parece fue realizada en colaboración con el violinista Victor Golberg, quien la ofreció en concierto público en abril de 1918. La ejecución fue impecable y el público brindó un caluroso y prolongado aplauso, dando lugar a dos agregados; una danza de Bela Bartok y una pagina encantadora de Paganini cuyo magnetismo pareció iluminar la noche de Bariloche y los ojos de las dos excelentes artistas.


Ya en la noche del viernes, el pianista ruso israelí Roman Zaslavsky ofreció un recital rutilante con tres números de Años de peregrinaje por Italia obras de Liszt, dos estudios y dos momentos musicales de Rachmaninov y la compleja Sonata Nº 7, de Prokofiev, obras para piano de las mas difíciles de ejecutar, no solo por la rapidez de sus ritmos, sino también  por la utilización de fusas y semifusas en verdaderas cascadas de sonidos para ambas manos, y a lo largo de todo el teclado. Frente al entusiasmo de la concurrencia, llego un agregado gentil con un preludio de Rachmaninov.


Así se llegó a la última noche que deparó otro momento de placer auditivo por la excelencia lograda por el Trío Lenitas conformado por Serge Charley (violin), Francois Martigne (viola), Guillaume Martigne (cello) a los que se sumó la magnifica pianista rusa Sofja Gülbadamova para ofrecer el inspirado Movimiento para piano y cuerdas de Gustav Mahler, el cuarteto con piano K 478, de Mozart, curiosamente escrito en Sol menor, pero vehemente. Ambas obras fueron ofrecidas con suficiencia, luciendo la pianista su pulcra escuela y de aquilatar dotes para un prestigio internacional perdurable en el tiempo y en todos los rubros musicales donde se requiera un piano.


Pero la noche deparó la sorpresa de un brindis gigantesco. Todos los asistentes e la Semana Musical, el personal de todas las tareas internas muchas que acaso no se ven todos los días, el público presente en su totalidad, incluyendo a los que adquirieron entradas por esa noche, fueron partícipes de un  brindis trasformado en fiesta, con  torta de cumpleaños incluida, las clásicas velitas y palabras emotivas de agradecimiento de Martín Nijehson. Así, la noche se unió con las luces de la madrugada y con el momento inevitable de volver. Por último no sería justo dejar de destacar  la sabiduría y la amenidad de los dos especialistas que comentaron las obras y  presentaron a  los intérpretes; Nelson Castro y Marcelo Arce, quienes contribuyeron a que cada concierto, fuera una valiosa lección de historia de la música.

 

 Juan Carlos Montero