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UN CICLO QUE QUEDARA EN LO MEJOR DE LA HISTORIA

 

Ciclo integral de las sinfonías de Ludwig Van Beethoven por la West Eastern Divan Orchestra.

Director: Daniel Barenboim.

 

Escribe:Donato Decina

 


Programas:

 

- Obertura Leonora Nº 3, Sinfonías Nºs. 1 en Do Mayor y 2 en Re Mayor (Mozarteum Argentino 1º Ciclo, 18/08/10)

- Sinfonías Nºs. 4 en Si Bemol Mayor y 3 en Mi Bemol Mayor “Heroica” (Mozarteum Argentino 2º Ciclo, 19/08/10)

- Sinfonías Nºs. 6 en Fa Mayor “Pastoral” y 5 en Do Menor (Mozarteum  Argentino  1ª Ciclo 21/08/10)

- Sinfonías Nºs 8 en Fa Mayor y 7 en La Mayor (Mozarteum Argentino 2º Ciclo, 22/08/10)

- Sinfonía Nº 9 en Re Menor “Coral”, Solistas: Marina Poplavskaya (Soprano), Ekaterina Gubanova (Mezzosoprano), Pavel Cernoch (Tenor), Andersej Dobber (Barítono), Coro Estable del Teatro Colón, Maestro Preparador Invitado: José Luís Basso, (Teatro Colón, Abono Bicentenario, 25/08/10) Sala del Teatro Colón de la Ciudad de Buenos Aires.

 

 

En verdad, quienes han podido asistir a estas cinco sesiones verdaderamente extraordinarias, han sido privilegiados testigos de un acontecimiento que quedará marcado para siempre en sus oídos y retinas. El legado sinfónico Beethoveniano ha sido  revelado de manera tal que ha abierto nuevas perspectivas en cuanto a la forma de abordarlo, ahondando más la impresión, si es que hacía falta,  de la dimensión de un creador, un verdadero revolucionario de su tiempo, capaz de superar metas en cada una de las obras y un talento actual, que con un medio orquestal muy noble, con un fin que lo es aún más, puede aunar las voluntades más dispersas, amalgamándolas es pos de realizaciones de fuerte compromiso moral, espiritual y artístico.

 

Alguna vez, el Maestro Barenboim manifestó “Todos somos iguales ante la Quinta de Beethoven”. Pues bien, no sólo ante la Quinta, sino ante el ciclo entero, algo ha cambiado y no sólo en la integración y la diversidad. A esta altura, es evidente que el compromiso al que se hace referencia en el párrafo anterior, ha calado hondo en cada uno de los integrantes de la agrupación. Conocida por todos es la historia del origen de la misma hace ya diez años. Las historias, debates, desencuentros y encuentros, todo está allí, pero a la hora de la música, se asume la responsabilidad por igual. Y he aquí la tarea del Maestro. Cada año, Jaén es testigo de la llegada de estos jóvenes Arabes, Israelíes y Españoles. Todos ayudan al gran sueño que Barenboim y Said pergeñaron. Para Barenboim intérprete,  es su criatura más querida y fluye su dominio al conocer cada zona, donde se puede exigir más, cuáles son sus flaquezas y fortalezas. Beethoven espera y todos se hacen cargo.

 

Ya en el aspecto estrictamente musical, en la apertura se incluyó la Obertura “Leonora Nº 3”, con tiempos personales, más lentos pero más reflexivos. Ataques precisos, cuerdas magníficas, sana envidia por el trompetista que desde el exterior marca el tema de la llegada de “Don Fernando” y de paso, en un año de celebración Mahler, honor a quien introdujo en Viena la tradición de interpretarla al inicio del segundo  acto. Contundencia en el final, seguida de los primeros bravos. Con la Sinfonía Nº1, la primera sorpresa. ¿Quién puede decir que las primeras dos sinfonías son menores? Ante el avance de la música, comienzan  a reconocerse características con las que volverá a encontrarse nuevamente en algún punto del ciclo. Comienza la preponderancia del sector de las maderas; muy sólidos son sus instrumentistas. Ya en la Segunda, honor a la introducción,  la versión crece y gana en intensidad. El segundo movimiento es el punto más alto de la velada, el “Larghetto” cobra vuelo maravillosamente en un clima de intimidad, el Scherzo es ajustadísimo y el Allegro final, de frescura insuperable. Ovación sostenida.

 

En la Segunda sesión, el maestro celebró los sesenta años de su primera actuación pública que se cumplieron exactamente en ese día y lo hizo con la Cuarta más maravillosa que se haya escuchado en mucho tiempo. De allí que pensamos en decir, Gloria a Giulietta Guicciardi, musa inspiradora del Gigante en esas vacaciones en la campiña, para la concreción de esta obra. Vaya forma de expresar ese comienzo misterioso y la explosión de júbilo con que ingresa el tema principal! Y qué intimidad lograda en el segundo con un solo de clarinete sencillamente glorioso. La justeza en los dos movimientos posteriores y la solidez del remate final.

 

Tras la pausa el Maestro se dirigió a los presentes como corresponde, antes de la “Heroica”, por su celebración personal. ¡Qué autorregalo! Merecido por cierto, de un hondo dramatismo y exquisita perfección con cumbres en la “Marcha Fúnebre” más intensa que uno recuerde y en esas variaciones sobre el tema de “Las Criaturas de Prometeo”, donde cada sector  orquestal dijo prolijamente lo suyo. Primer logro de importancia.

 

Tercera noche. La Pastoral en los atriles. Transparencia increíble en el comienzo. Cerramos los ojos e imágenes del campo se nos pueden cruzar en nuestra imaginación tranquilamente. Belleza donde se quiera. Una vez más las cuerdas y los vientos asumen el discurso maravillosamente. En el Segundo movimiento, la escena del arroyo es de una riqueza de matices verdaderamente increíble. Una vez más los vientos y la maravilla de sonido que estos nos transmiten. En cuanto a los tres movimientos siguientes, de la reunión campesina a la tormenta. Intensidad, contundencia, cuerda grave gloriosa, timbal justo, cuerda aguda que logra hacer figurar cómo la tormenta suave y lentamente se disipa para dar entrada al tema de Gloria que conmueve. Otra gran ovación.

 

Llega el desafío de la Quinta y nos la presenta arrolladora, intensa, indiscutible en su discurso, toda la hondura del drama del hombre. Barenboim demuestra que Beethoven está vivo. En cada compás, en cada sección. En ese glorioso pasaje del dolor a la gloria entre el tercero y el cuarto movimiento. La Orquesta responde de maravillas. Sería injusto distinguir un pasaje por sobre otro o un instrumento más que los demás, es cierto, ellos y nosotros somos iguales ante la Quinta.  Ahora sí, el Colón ruge., Es una de las grandes noches.

 

Tarde del 22 de agosto. Como alguna vez a Toscanini le tocó. La Octava, esa joya musical que suena fresca, vital, desprejuiciada. Primer movimiento que llega a un climax de alegría irrefrenable. Cosas que se van descubriendo en el camino. Es el mismísimo allegretto posterior que va jugando en los oídos del oyente. Minué refinadísimo. Allegro final de coda maravillosa.

 

Párrafo aparte para la Séptima, con una unidad de interpretación sólo estorbada por el calor reinante en la sala entre el tercer y cuarto movimientos pero de una contundencia una vez más, rotunda. Refinamiento de las maderas en el primer movimiento  y ataque seguro de todo el conjunto. Vientos de nobleza única en el segundo. Tensión dramática en el discurso de la cuerda, sensación de libertad en el tercero, Final maravillosamente endemoniado. Otra vez ruge el Colón. Uno comienza a preguntarse si habrá o no lugar para alguna sorpresa más. La hubo.

 

La Novena. Que sensación de genuina emoción! Desde el pianissimo inicial fue ganando en uno, esa tensión Beethoveniana, la necesidad del hombre de expresar en música su idea y su lucha para conseguir el triunfo. Scherzo dinámico. Adagio glorioso. Pocas veces una orquesta ha “cantado” como aquí. La respiración, los silencios, todo magistralmente llevado. Como a lo largo del ciclo, Barenboim resalta cada lugar al que quiere llegar en cada frase, cada compás. Llegamos al final. Introducción precisa y el pianissimo más solemne y emocionante. La Oda ha llegado, las lagrimas también ante tamaña obra y llega el canto.  Andersej Dobber ataca la introducción con énfasis en cada frase, el Coro entra en acción. Basso, el maestro platense, lo ha ajustado en gran forma. Poplavskaya, Gubanova y Cernoch entran en la obra, seguros todos. Dobber también aquí luce irreprochable. Tal vez a Cernoch la Orquesta lo devoró en el final de su intervención solista. ¿Será porque están los solistas junto al Coro por detrás de la masa orquestal? El final muestra a una segura Poplavskaya, junto a los demás que lucen muy ajustados y un Coro que responde. Treinta y cinco minutos de ovación ¿Acaso la más grande en conciertos sinfónicos? Probablemente. Tal vez haya que remitirse a la Novena de Toscanini para corroborarlo.

 

Para uno nada volverá a ser igual. Se ha producido una de las más contundentes manifestaciones de un artista en la plenitud de sus medios  que uno recuerde. Hay de ahora en más, un mojón, una referencia obligada. ¿Cómo será escuchar Beethoven de acá en más? Tal vez, en muy poco tiempo comencemos a saberlo.

 

                                              

 Donato Fabián Decina